"En un mundo donde el hombre se entienda cada vez más y mejor con las máquinas, pero se desentiende del semejante, el compromiso es uno de los últimos enclaves de la solidaridad. Y como tal hay que defenderlo". Mario Benedetti

Estoy tentado a no desear nada y mucho menos a plantearme algún propósito a realizar en los próximos 365 días del año que viene. Atenerme totalmente al adagio de "tomar las cosas tal y como vengan". Pero la inercia de la costumbre funciona en mí como un imán que arrastra alfileres.

Mi primera intención es proponerme ser tolerante. Discutir menos. Escuchar más. Sin embargo, ¿qué hacer frente a la falacia cuando un individuo con las más malas de las intenciones se dedique a defender a la inhumanidad y al bestialismo? ¿Qué decir de las sectas y su verdad única y absoluta? ¿Y si un ignorante anuncia una falsedad? Creo que mejor me compro un libro de buenos modales.

Mi segunda intención es preocuparme más por mi apariencia física. Empero. Nunca falta un empero. ¿Eso no sería un indicativo de claudicación ante la superficialidad? ¿Arrojar al caño toda una vida dedicada a predicar que el fondo tiene mayor valor que la forma? ¿Rendirse ante el consumismo? Creo que voy a conformarme con caminar más, jugar, y tomar menos cerveza. Eso ya es bastante, ¿o no?

Como tanta pregunta me atrasa en mis resoluciones anuales y pienso romper relaciones diplomáticas con el espíritu preguntón de la contradicción. Pero, y este pero sí me preocupa y por lo mismo tengo que preguntarme: Rodeado por la confusión, ¿puedo ser humano sin preguntarme por los acontecimientos y sus razones? Dejar de cuestionar, ¿No es el primer paso para convertirse en cosa?

¡Qué difícil me están saliendo mis resoluciones para el próximo año! Por suerte, hace unos días escuché a un compañero de trabajo decir lo siguiente: "El tiempo pasa y no deja de pasar, ¿Por qué no hacer algo mientras el tiempo pasa?". ¡Miércoles! Es verdad. Estamos obligados a actuar. Así que este 2008 me propongo vivir mientras esté vivo.