Nadie puede decirle a Celestino "Pelenchín" Caballero lo que es la pobreza extrema, porque él la ha vivido en carne propia.
Y es que desde que era apenas un niño, "Pelenchín" pasó por el vía crucis que sólo pueden contar las personas que residen en casas condenadas.
"Yo viví en diferentes puntos de la provincia de Colón, como Calle 8, en La Central, en Calle 7 y en la Justo Arosemena. Viví en varias casas condenadas que tenían filtraciones de agua, con baños que había que compartir y con aguas negras por todos lados. Viví entre drogas, balaceras y mucha violencia. En verdad que fueron momentos difíciles", dijo ayer Caballero, mientras trataba de disolver el dolor que se le había hecho en su garganta.
Hoy, esos recuerdos para "Pelenchín" han quedado atrás, aunque jamás han sido borrados de su corazón... recuerdos que le ayudan a no olvidar de dónde vino y quién es en la vida... retratos del dolor transformados en felicidad... porque ha alcanzado la casa que siempre soñó para su familia... una casa lograda a base de paciencia, tolerancia, trabajo, sacrificio y mucha fe.
Con mucha humildad y en exclusiva, "Pelenchín" le abrió las puertas de su nuevo hogar a DIAaDIA, en Villas de Cerro Lindo.
"Esta casa me costó 90 mil dólares. Gracias a Dios, la compré con el sacrificio y el sudor de mi frente", declaró con mucho orgullo el actual campeón Súper Gallo (122 libras) de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
"Sólo debo 35 mil dólares y espero terminar de pagarla con mi próxima pelea", agregó.
DIFICIL INFANCIA
Mientras subía las escaleras hacia el segundo piso de su nuevo hogar, "Pelenchín" volvió a recordar aquellos momentos de infancia, cuando solía conversar con su difunto padre.
"Desde niño, siempre conversé con mi papá de que algún día iba a ser tan famoso como Eusebio Pedroza y Roberto Durán. Yo quería ser como ellos para que todo el mundo me reconociera en la calle. Mi sueño siempre fue ser campeón del mundo", expresó.
Ni el astro más poderoso del Universo, que castigaba al gladiador colonense mientras posaba para la cámara fotográfica de Gabriel Rodríguez, podía apagar su deseo de seguir compartiendo sus viejos recuerdos.
"Desde los 9 años de edad, trabajé duro en la calle, vendiendo frutas y recogiendo latas, siempre trabajando honradamente. En mi casa éramos cinco hermanos y mi mamá trataba de mantenernos a nosotros. Lastimosamente, mi padre se envolvió en la droga y nunca compartió mucho con la familia. Sin embargo, salimos adelante, gracias también a los consejos de mi abuela, Aura Garibaldi, quien vivía con nosotros", acotó.
PRIMEROS PASOS...
Un vaso con agua, para tratar de sofocar la intensa sed, apareció en escena.
Dos sorbos fueron suficientes para que "Pelenchín" continuara con el relato.
"Terminé mi primer ciclo con el tercer puesto de honor en el Colegio ITC de Colón. Me gradué de automecánica diesel. Luego, mi abuela, por parte de madre, falleció y entonces no había quién pudiera costear mis estudios. Fue ahí cuando decidí entrar en el mundo del boxeo, cuando apenas tenía 16 años de edad. Realicé 16 combates como aficionado y luego hice mi primera pelea como profesional a los 21 años de edad. Creo que no me equivoqué de decisión, porque hoy soy campeón del mundo con la ayuda de Dios", precisó.
SINSABORES
Las fotos en el segundo piso habían llegado a su fin. Sin embargo, "Pelenchín" aún tenía mucho más que recordar.
"Cuando combatí con el venezolano José Rojas en el gimnasio Roberto Durán y recibí un nocaut contundente, muchos creyeron que estaba acabado. Luego perdí con Ricardo Córdoba y los comentarios que llovieron fueron peores. No obstante, yo nunca abandoné mi sueño y, con sacrificio y disciplina, hoy soy campeón del mundo", dijo.
Añadió que "Dios quería que fuera campeón del mundo, porque me puso en el camino al mexicano Daniel Ponce De León, para que me diera a conocer al mundo. Luego gané el título interino en Panamá y el año pasado me coroné campeón en Tailandia, un lugar donde no ganaba un panameño hace 25 años".
PROMESA DE CORAZON
El nuevo hogar del que hoy disfruta Pelenchín", junto con su esposa Mitzelda, y sus tres hijos: Jair, Nayibeth y Naybelis, no es producto de la casualidad. La bonita vivienda de dos pisos de la familia Caballero nace de una promesa en una noche llena de alegría.
"Antes de ser campeón del mundo, específicamente el 10 de agosto del 2000, me casé con la madre de mis hijos. Nuestra religión, que es el Islam, tiene entre sus leyes que la esposa pida un regalo de matrimonio. Ese día mi esposa me pidió una casa. Hoy, gracias a Dios, le he cumplido a ella y a mis hijos, porque por fin podrán disfrutar de las cosas que yo nunca tuve cuando era un niño en mi querido Colón", expresó.
EN EL 2007
Mientras abrazaba a su esposa y posaba junto a sus hijos para la última foto dentro de su hogar, Caballero habló sobre sus metas en el 2007.
"En este año 2007, quiero defender mi título varias veces. Ya sé que voy a pelear el próximo 30 de marzo aquí en Panamá, aunque aún no sé quién es el rival. Luego, de salir victorioso con la ayuda de Dios, quiero unificar mi título con los otros campeones, para demostrarle al mundo la clase de boxeador que soy", apuntó.
En relación con su futuro y, entre risas, Caballero dijo que espera algún día ser Presidente de la República de Panamá o Diputado.
"En esta vida todo se puede alcanzar, mientras se tenga fe. También espero, luego de retirarme, terminar mis estudios secundarios y después graduarme en la Universidad. Aún no he escogido la carrera, porque tengo que estudiar la problemática de mi querido Panamá, que siempre llevo en mi corazón", acotó.
MENSAJE A LA JUVENTUD
"Le digo a los jóvenes que se alejen de la droga y de los vicios de la calle, y a los boxeadores jóvenes que se mantengan siempre humildes y que entrenen de forma disciplinada".
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