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ENTRE NOS
¿Cuántos kevin hay?

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

Kevin es el auxiliar de enfermería más diligente y solidario que he conocido. Con una sonrisa de oreja a oreja, ayuda a todo aquél que lo necesite.

Bueno, en realidad no es auxiliar, es un paciente que estuvo en el hospital Rafael Estevez, de Aguadulce, y sólo tiene 15 años.

Sin embargo, pese a su propia dolencia, nunca dejó de atender a los "abuelitos" que lo acompañaban en la sala 4 del hospital. Si el "abuelo" sordo, frente a él, se quedaba dormido a la orilla de la cama, con el consiguiente peligro de caerse, Kevin corría a acomodarlo. Si al "abuelo" de al lado se le dificultaba colocar la mesita para comer, Kevin se levantaba a ayudarlo. No se quedaba quieto, pendiente de los demás.

Pero, ¿qué lo llevó a él al hospital? Él mismo dejó correr dos versiones: jugando se cayó y se cortó, y la otra (la que yo le creo), que se disgustó porque lo regañó su mamá y golpeó con fuerza el espejo de la cómoda. Como consecuencia, se fracturó la mano y se cortó los ligamentos, que le fueron reconstruidos mediante una intervención quirúrgica. Empero, cuando su madre estaba con él, no dejaban de echar cuentos y reírse.

Yo, que cuidaba a mi padre mientras se recuperaba de una cirugía, lo observaba entre fascinada y admirada, mientras me recriminaba por la forma como, a veces, tratamos a los adolescentes.

Ellos no son adultos chiquitos, ni niños grandes. Sólo son eso, adolescentes, con sus hormonas revueltas y la inseguridad a flor de piel. Aún no saben quiénes son ni hacia dónde van. Pero sí saben que necesitan que alguien los comprenda y los "apapache".

Yo veía a mis hijos en él, que me robó el corazón.

Pensaba, mientras lo observaba, en cuánta bondad albergaba su alma, en cuánta inocencia había en su cabecita loca, y en que había aprendido una lección después de su arrebato de ira.

Bueno, esto es decir mucho, tomando en cuenta que luego de aconsejarlo sobre las consecuencias de dejar escapar la ira, le pregunté: Después de haberte roto la mano por golpear un espejo, ¿cuál es la moraleja? Y él, muy campante, me contestó: ¡nunca volverme a mirar en un espejo!





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