Fui creada por el trabajo y el ingenio del hombre para ofrecerle un servicio solidario: proporcionarle una postura en la que parte de su cuerpo podría estar descansando mientras la otra podría estar trabajando.
Mi primer diseño fue sencillo: un soporte de madera y tres patas. Nunca cojeaba. ¡Qué sencilla era entonces; y cuánto podía servir así a las personas!
¡Cuánto más débil, cansado, viejo y enfermo era mi dueño, más útil, bonito y bello era el servicio que yo le prestaba! ”¡Venid a mí los cansados y agobiados!”.
Pero el hombre me fue rehaciendo, guiado de sus propias tendencias. Y entonces me puso otra pata. Y desde entonces no paro de cojear. Necesitaba que fuera más cómoda para su comodidad. Y entonces me hizo un soporte más grande y lo forró de mullidos y esponjosos materiales. Necesitaba que fuera distinguida y diferenciada en el caso de que quien se sentara en mí fuera distinguido. Y me empezó a adornar con todo tipo de ridículos adornos. Ya no éramos sillas para las personas sino que eran personas para las sillas.
Por eso ya casi nadie cae en la cuenta cuando me ponen en un autobús, en un parque, en el metro y en una sala de cultura... de que fui hecha para los cansados, los mayores, los que trabajan. Y con frecuencia tengo que soportar ser el soporte de los descansados. Y esto, señores, lo digo en memoria de los mayores que dejan de pie, mientras los niños y los jóvenes me ocupan a mí.
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