"La raya amarilla ordena en inglés, con mangos se borra el Orobio y Manuel." Diana Morán
El nueve de enero de 1964 fue una cosa de muchachos. Muchachos valientes. Osaron armarse con la insignia patria y cruzaron la línea amarilla, la frontera prohibida. La que ya muchos olvidaron. La frontera que el ejército más grande del mundo nos impuso. Esos muchachos no fueron bien recibidos. A otros jóvenes, a los que estaban del otro lado de la línea amarilla, a los que llamaban zoneítas, y a sus padres de familia, y a sus maestros y profesores, y a sus vecinos, y a los policías de la Zona del Canal, y a los infantes de marina de la primera potencia militar se les ocurrió impedírselo.
Fue una cosa de muchachos. De muchachos valientes. Lo demás es historia: Veintiuna familias enlutadas. Ruptura de relaciones entre Panamá y E.U.A. (ni la Cuba de Fidel lo ha hecho). Inicio de negociaciones para eliminar la causa del conflicto: el Tratado de 1903. Rechazo de los Tratados Tres en Uno. Un golpe de estado. Firma de los Tratados Torrijos-Carter. Comienza la reversión. Una Invasión. Regreso de la supuesta democracia. Termina la reversión. Un mediodía de diciembre de 1999. Un solo territorio y una sola bandera. Se cumplió la consigna.
Fue una cosa de muchachos. De muchachos valientes. Entre ellos el hermano menor de mi madre. Ahora es una cosa de fiesteros. Es un día para pasear y festejar. Y las fiestas son una cosa sagrada; la patria, quién sabe. En la práctica, el 9 de Enero es un día de pachanga, sin la algarabía de las bocinas, pero con las clásicas borracheras en las playas. Los fiesteros sí están terriblemente organizados. Los patriotas, no.
Fue una cosa de muchachos. Ojalá y esos otros muchachos, los que van a beber cerveza a la Calzada de Amador todos los 9 de Enero, la calzada que antes era zona del canal, que estaba prohibida para gente como ellos, recuerden a los muchachos, a los muchachos valientes.