Recobró su libertad


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Silvia siempre estuvo pendiente de su hijo, que no tiene prontuario policivo.Foto: HERMES GONZÁLEZ

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  • Recobró su libertad

    Está feliz porque todo salió bien.

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    Está feliz porque todo salió bien.

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    Está feliz porque todo salió bien.

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    Está feliz porque todo salió bien.

Carolina Sánchez P. - DIAaDIA

Su pensamiento era el suicidio. Fueron 63 días de angustia y pesar los que vivió Gamal Gordón Vásquez, de 36 años, detenido en Coclé por un crimen que asegura que no cometió.

Su fortaleza la encontró al pensar en sus dos hijas (de tres y cinco años) y en su madre Silvia, quien día y noche no paró de orar y decir a voz en cuello que su hijo no estaba involucrado en la muerte de el exgobernador Darío Fernández, ocurrido el pasado 6 de noviembre.

Fue al mediodía del sábado cuando por un milagro de Dios se le realizó la audiencia y, a través de un vídeo de una abarrotería en Santa Ana, la defensa de Gamal comprobó que a la hora del crimen él estaba en el local comprando.

Gamal, al llegar a su casa, fue recibido por todos sus vecinos, quienes le daban abrazos y estrechones de manos y para festejar su inocencia hicieron una fiesta.

“Pasé los peores días de mi vida, pues no me explicaba cómo había quedado involucrado en ese caso. De condenarme injustamente me darían la pena máxima y eso no lo soportaría”, dijo el hombre.

Durante el tiempo que estuvo prisionero, siete días estuvo esposado de manos y pies y sin comer. “Me trataban de intimidar que ese muerto pesaba y que me declarara culpable, pero jamás lo hice, si yo no fui”, aseguró el detenido.

Disfónico, Gamal daba gracias a Dios, porque fue un ángel quien lo salvó e hizo que a ese local comercial le sirviera la cámara de seguridad.

Ayer, Gamal visitó a sus dos niñas, quienes al verlo gritaron ¡papá!, y corrieron a sus brazos, pues lo extrañaban mucho.

Ahora, Gamal insiste en que no está involucrado en ese hecho y desmiente que haya acusado a otras personas.

Él fue el primer caso tratado bajo el Sistema Penal Acusatorio en Coclé. Tenía de testigos a un miembro del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), uno de la Direccción de Investigación Judicial (DIJ) y a dos asiáticos dueños de la tienda donde compró esa noche.

 
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