"La ricura". Así es como cariñosamente llaman sus compañeros a Dora Urriola, una joven de 20 años que se gana la vida tirando pico y pala.
Esta joven reside en el populoso barrio de El Chorrillo, en calle 19, y un buen día se animó y se matriculó en la Escuela Taller de San Felipe, de la Oficina del Casco Antiguo y la Cooperación Española.
Allí estuvo un año y tres meses, y aprendió todo sobre la ebanistería, lo que le ha servido para hacer muchos "camarones" en su barrio, y reparar los caserones de madera cuando colapsan.
Con lo que se gana mantiene a su mamá, a sus dos hermanitos y a su pequeño hijo; por esa razón, es muy seria en su trabajo y cumple al pie de la letra las tareas que le encarga su jefe.
A pesar de ser la única mujer del grupo, sus compañeros y su jefe la describen como una excelente trabajadora, que se adapta fácilmente a cualquier tarea que le asignen, aunque sea difícil y pesada.
En un futuro piensa regresar a la escuela y terminar el último año que le falta para culminar el bachillerato, pues llegó hasta quinto año en el colegio Richard Newman.
Además, le encantaría tomar cursos de albañilería, porque a pesar de ser considerado un trabajo para hombres, le gusta y se considera capaz para hacer esa clase de labor.
Por el momento, se siente feliz de poder aportar un granito de arena en la restauración del Convento de Santo Domingo, ubicado en el Casco Antiguo, y así poder decirle algún día a su pequeño hijo que ella participó en la restauración de esta importante edificación.
Se siente satisfecha, porque a pesar de vivir en un barrio "caliente", no dudó en aprovechar la oportunidad de superación que le dieron en la Oficina del Casco Antiguo, por lo que hace un llamado a todos los jóvenes del barrio a que sigan su camino de éxito.
RESTAURADORA
Dora abandonó su bachillerato en Comercio, pues encontró su pasión en la restauración y la construcción, pero terminará su secundaria.