
Al nacer, un bebé se clasifica como prematuro (de menos de 37 semanas de gestación), a término (de 37 a 42 semanas de gestación) y postérmino o posmaduro (nacido después de 42 semanas de gestación).
Entre los factores que pueden influir para que un bebé sea prematuro se cuentan la diabetes, cardiopatía, infección (como una infección urinaria o de la membrana amniótica), nefropatía.
Durante el embarazo, la madre puede presentar diferentes problemas que incrementen el riesgo de contracciones prematuras como un cuello uterino "insuficiente" o debilitado, llamado insuficiencia cervicouterina; anomalías congénitas del útero; mala nutrición poco antes o durante el embarazo; pre eclampsia: desarrollo de hipertensión arterial y presencia de proteína en la orina después de la semana 20 del embarazo; ruptura prematura de membranas, llamada también placenta previa.
También se cuentan las madres menores de 16 y mayores de 35, la falta de cuidados prenatales, el nivel socioeconómico bajo, el consumo de tabaco, cocaína o anfetaminas.
La prematuridad puede tener efectos a largo plazo. Muchos bebés prematuros tienen problemas médicos, de desarrollo o de comportamiento que continúan hasta la niñez o son permanentes.