Ha vivido a mil revoluciones. La vida para él no ha sido fácil. Desde los 9 años, estuvo vinculado con el mundo de la delincuencia, creció como pandillero. Hoy, Juan, nombre ficticio de este joven de 27 años, ha decidido cambiar de camino. Ahora busca a Dios y lucha por salir adelante sin hacerle daño a nadie.
Robaba, vendía y consumía drogas; tiraba balas, alternaba la cárcel con pocos meses de libertad y cuidándose siempre de los enemigos. Fue abandonado por su madre, su padre trabaja mucho, se crió con sus abuelos, que no tenían control de sus actos.
Su última condena fue de 7 años de cárcel. A partir de allí, conoció al Señor, que fue quien lo hizo cambiar, además de los sabios consejos de su cónyuge.
Hoy está enfocado en dejar todo eso atrás, trata de borrar esos "momentos duros y difíciles", como los catalogó. "Era matar o morir, como se dice", indicó.
Desde hace un año, piensa en forma más positiva, conoció al padre Carlos Cabrera, de la Iglesia La Merced, que le dio el apoyo. Luego se fue capacitando en construcción y ebanistería, hasta que logró un empleo con la oficina del Casco Antiguo.
"Fue muy duro salir de eso, porque todavía existe el problema, no en mí, sino en los que quedaron en las bandas", dijo. Aún tiene enemigos, que trata de evadir, pues ya no es la misma persona agresiva de antes.
El salario que gana le da tranquilidad, porque con eso sobrevive junto a su cónyuge. Juan vive en paz con Dios.
SU SUEñO
Desea ser uno de los mejores ebanistas de Panamá, para eso tomará unos cursos este verano.
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