Hoy coloqué en la maleta del olvido sueños que no se van nunca a concretar. Dije adiós a tantas cosas que no me dejaban progresar y las quemé en la antigua pira de mis emociones. Hoy situé en un globo de helio a toda aquella gente que dejé que me hicieran sufrir a causa de los desengaños.

Quiero entrar a un nuevo año sin esa valija que tanto me pesaba, que llenaba de ampollas mi alma y abrirme a un mundo pleno, que ahora me espera. Mi felicidad no puedo tirarla como una serpentina al viento, para eso haré cambios, que me servirán para crecer, para triunfar y para reconocer las señales en el camino que me impidan tropezar y así volverme más sabia. Me querré un poco más y aprenderé que a veces la mejor compañía es mi propio espíritu, voz interior que nació para ser libre y soberana, y que es mi mejor amiga, ya que cuando la escucho me hace saber cuánto Dios me ama. Sacaré del armario el traje de gala de la esperanza y brindaré con champaña por todas las cosas buenas que me pasaron y de verdad que fueron muchas. Me pondré el chal del recuerdo por aquellos amigos que se encuentran hoy en el vergel que el Señor cultivó. Me abrigaré con las anécdotas que juntos pasamos y derramaré una lágrima que dice ¡hasta pronto! La semilla de la ilusión crece en mí, pues anhelo coronar todas las cosas que con tanto esfuerzo he luchado. En medio de estas quimeras espero que nunca se me olvide, que no hay mayor felicidad que dar sin esperar nada a cambio, que nos lleva a un sentimiento más sublime como lo es el amor, que convierte a un río en un mar, al vidrio en un cristal y al anochecer más oscuro en el más radiante de los amaneceres.
Diamar Díaz