Diversión, deporte, pero sobre todo tranquilidad, es lo que muchos panameños buscan en el Parque Omar.

En este paraíso, en medio del caos de la ciudad, se puede apreciar en cada uno de los rincones una historia, sobre todo de enamorados que aprovechan la belleza de la naturaleza para tomarse de la mano, de dueños que aman a sus mascotas como hijos, de niños que se raspan pero no claudican en su sueño de aprender a montar su patín o bicicleta, o de gente que le enseña a otra sobre las bondades de Dios.

PARDO Y SU PELOTA

Amado por su dueña, Pardo es un cachorro de once meses, de la raza pitbull. Su dueña, Carla Aguilar, lo pasea cada quince días, en compañía de Makele, el rotwailler de uno de sus vecinitos.

Pardo no es un canino común, entre sus aficiones está el jugar con una pelota que tiene y que comparte con los infantes.

Carla cuenta que su mascota juega con los niños del edificio en el que residen, en Río Abajo, por lo que sabe la temática, ya que cuando le lanzan el balón sale tras él y después lo suelta para que lo vuelvan a patear.

CATEQUESIS EN LA NATURALEZA

Y vio Dios que era bueno. Con esta premisa, Dayra de García comenzó la primera clase preparatoria de Primera Comunión para un grupo de niños con parálisis cerebral.

Dayra destacó que escogió el Parque Omar para explicarle a estos chicos de ocho años todo lo bello que hizo el Divino Hacedor, precisamente porque está todo rodeado de naturaleza, y así es más fácil explicar la creación.

La catequista explicó que a pesar de su discapacidad estos pequeños cuentan con excelente coeficiente mental, lo que les permite captar cada una de las instrucciones.

Dayra puntualizó que no pasará mucho tiempo para que estos niños reciban por primera vez el "pan de vida", ya que por su propia condición y por el brillo que irradian sus ojos se puede ver que son unos ángeles.