"Siempre tenemos la opción de no someternos a quienes nos quitaron las opciones". Reiner Kunze
El mal existe y corremos a justificarlo. El mal existe, y no hablo del diablo ni nada que se le parezca. No conozco de demonios, sino de asesinos, narcotraficantes y otras fieras. También de nosotros, los ciudadanos de a pie. El mal existe, y adivinen gracias a quien. Pero nadie acepta ser parte del pastel. El pequeño burgués, para aliviar la culpa por ser el responsable del aumento del desempleo, se inventa una salida civilizada, algo así como una recolección de juguetes, y el criminal orgulloso del terror que despierta, al final resulta tener buenas intenciones; si no pregúntenselo a Osama.
No sé. Por más vueltas que le doy al asunto, llego al mismo punto. En la historia y en lo cotidiano siempre veo al mal asociado a ese deseo oscuro y constante de ejercer poder sobre los otros. ¡Qué difícil es vivir sin tratar de atropellar a los otros! Porque parece que resulta más fácil ejecutar poder de muerte y no de vida. Ese, a mi humilde entender, es el mínimo común múltiplo de los malvados, trátese de un dictador o de un padrastro abusador. Y encima sus disculpas.
¡Qué lío! De un lado el afán de poder y del otro el acto reflejo (por no decir hipócrita) de justificarlo. Miles vociferan cada día "¡Oh, la Bestia! ¡Quién como la Bestia!" Y lo triste es que lo hacen sin ser portadores ni beneficiarios de la maldad. Pocos condenan a la Bestia. ¿Verdad? De repente eso de "Vete y no peques más" significa "Camina y suspende tus disculpas a la maldad".
El mal existe y no hay rezos ni colectas de beneficencia, ni investigaciones académicas, ni temores realistas, ni sana resignación psicológica que justifiquen las justificaciones de la maldad.
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