El mes de enero entró con muchas malas noticias para muchos empleados públicos a quienes les entregaron cartas de despido. En algunos casos se trata de una decisión polítiquera (hacer espacio para nombrar amiguitos del partido), y en otros pocos sí es una decisión que responde a políticas de reducción de la planilla. Al mismo tiempo, las bases del gigantesco partido gobernante están que echan humo porque no los nombran a ellos.
Hay que tener cuidado con estos asuntos, porque si no nos mantendremos en la mediocridad de los últimos cincuenta años de mala ejecución y nombramientos sin ton ni son.
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