"Yo era pandillero de los Hijos Pródigos de San Felipe, ahora pertenezco a la banda AT (Atención a los Turistas)". Con este testimonio José Luis Aizprúa, un joven de 18 años, quien a tan corta edad ya sabe de los sinsabores del bajo mundo, empieza una nueva vida.
"Mi vida antes era muy triste, tiré bala, fumé drogas y robé, pero gracias a Dios todo ha cambiado; la gente ya no me cataloga como un maleante, sino como una persona trabajadora que busca el pan "sudao" y no como un pistolero".
Hoy María, la abuela de José, duerme tranquila sin pensar que algún día alguien tocará a su puerta para decirle que su nieto está preso o lo han matado.
Al igual que José, otros 16 jóvenes pertenecientes a las pandillas Hot Boys, de calle 4ª Catedral y Ciudad de Dios, de calle 11, son personas de bien, gracias al proyecto "Por una "Esperanza".
Estos jóvenes recibieron sensibilización turística, formación básica, como guías turísticos por parte del IPAT y orientación básica y manejo de bicicleta, de parte de la Policía de Turismo. Además, un curso básico de inglés.
A pesar de que muchas veces no tenían para el pasaje ni para comer, estos jóvenes pusieron de su parte y culminaron el curso de cuatro meses. Con esta capacitación, ellos, que antes asaltaban a los turistas, serán los encargados de guiarlos y velar por su seguridad. Ahora dan las gracias al padre Juan Carlos Cabrera, de la parroquia La Merced, que nunca los abandonó y siempre creyó que ellos podían cambiar.
Hoy, José Luis quiere estudiar turismo e inglés en la universidad.
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