En estos días, la solidaridad sigue saliendo a flote entre los panameños. En un mundo donde la clase política se divide en bloques y sólo afloran las luchas entre partidos, resulta refrescante que personas comunes y corrientes dediquen un tiempo a ayudar a los demás, a lograr que un niño o niña de regiones remotas, sonría y se sorprenda con regalos que nunca pensó que llegarían; a llevar ilusión y esperanzas a panameños que languidecen en las montañas, sin oportunidades ni acceso a buena y sana alimentación. Eso merece el reconocimiento de los demás.
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