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Secuestro: Lo más indigno e inhumano
Con un comandante, antes de ser liberado.

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

El peor delito del mundo es el secuestro, porque cuando se priva de libertad a una persona por intereses económicos o políticos, se secuestra a toda su familia, que vive la peor de las pesadillas por días, meses y años.

Así se expresa el panameño Nicolás Pérez, quien vivió en carne propia el secuestro por parte del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN). Fueron 14 meses, es decir, 420 días de calvario en plena selva colombiana.

Nicolás fue secuestrado el 12 de abril de 1999, cuando viajaba en el puesto 6C, de pasillo, en el vuelo 9463 de Avianca, que hacía el recorrido de Bucaramanga a Bogotá. Él se desempeñaba como vendedor internacional.

Aquel día, justo delante de él, viajaba un guerrillero de saco y corbata. Nadie se hubiera imaginado que era uno de ellos, pero cuando el avión alzó el vuelo, se levantó de su puesto bruscamente, le tumbó el periódico que leía Nicolás, y comenzó la pesadilla para 45 pasajeros y tripulantes.

Él, junto a otros cuatro, uno disfrazado de sacerdote y dos de deportistas, desviaron el avión, a punta de armas de grueso calibre, hacia una pequeña pista en la finca Los Sábalos, al sur de Bolívar.

"No miren, agachen la cabeza", les gritaban a los pasajeros, que lloraban aterrados. Luego se presentaron como paramilitares.

Esa acción formaba parte del operativo de la guerrilla denominado "Pesca milagrosa", con el que se buscaba presionar al gobierno colombiano para que se sentara a negociar con el ELN, tal como se iba a hacer con las FARC.

REVIVE LA PESADILLA

Cuando Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo se reencontraron en Venezuela con sus familias después de 5 y 6 años de estar secuestradas por las FARC, los miembros de la familia Pérez lloraban en Panamá. Eran sentimientos encontrados, de rabia, de victoria, de alegría. Pero Nicolás lo describe mejor que nadie: "El alma se le aflora a uno, el alma sale del cuerpo y uno se imagina cómo estarán los familiares de los que se quedaron allá (en la selva, secuestrados). Eso es muy doloroso".

Así se sintió él cuando fue liberado y tuvo que dejar a sus compañeros de infortunio allá en la montaña, a merced de enemigos.

BSON DELINCUENTES COMUNES

Así califica a los guerrilleros. "Dígase lo que se diga, son terroristas, porque cuando secuestran civiles están cometiendo el peor delito del mundo".

Por eso no está de acuerdo con el pedido del presidente venezolano Hugo Chávez, de que no se les clasifique como terroristas, sino como fuerzas insurgentes. Tampoco está de acuerdo con el show montado por el venezolano, aunque sí aplaude la liberación de las secuestradas.

Asimismo, ve con buenos ojos un intercambio humanitario para liberar a los más de 700 rehenes que viven en condiciones infrahumanas en las selvas de Colombia. "Yo sí creo que una persona como el presidente (Alvaro) Uribe, de buena fe, debe llegar a un intercambio", pero no como quiere Chávez.

Nicolás Pérez siente que a la guerrilla le conviene tener beligerancia, por eso le gusta que se hable de ella en los medios y le gusta que se monten "shows", porque juegan con el dolor humano y se nutren de él.

LA VIDA COMO SECUESTRADO

Aquella mañana de abril, el avión aterrizó en una pequeña pista, que en realidad era una ciénaga, entre Santander y Medellín. Las llantas volaron, pero el avión paró. Los hicieron salir y les pidieron una identificación. Afuera los esperaban más guerrilleros. Allí se dio cuenta de que no eran paramilitares, porque llevaban un brazalete rojo en el brazo que decía: "Héroes de Santa Rosa" y debajo "ELN".

En ese momento aún no había asimilado que estaba siendo secuestrado.

Los llevaron en un camión que recorrió caminos rodeados de precipicios, desde las 10: 00 a.m. hasta las 6: 00 p.m. Había una anciana, niños, mujeres y hasta una monja de claustro.

Tambien anduvieron en chimbos (botecitos) y durmieron esa noche en un jorón de una escuela. Luego fueron entrevistados por un comandante, que los obligó a darles información sobre ellos, so pena de muerte.

Por un tiempo estuvieron todos juntos, pero luego los dividieron en varios grupos.

Nicolas conoció a un ingeniero de minas, que murió luego de una pulmonía a los cuatro meses del secuestro. También estuvo con un senador, una joven de 19 años a quien le dio leishmaniasis, uno de los pilotos, entre otros compañeros.

Sólo comían arroz con café. El se levantaba a las 6: 00 a.m. a orar. Siempre tuvo presente que los guerrilleros eran los lobos y los secuestrados las ovejas. Por eso mantuvo una línea divisoria, para evitar el síndrome de Estocolmo, es decir, la simpatía o empatía con los guerrilleros. Quizás eso le sucedió a Clara Rojas, quien tuvo un bebé de un guerrillero.

No tenían nada para suplir las necesidades básicas. Contaban con dos swéteres, dos pantalones y unas botas pantaneras de caucho. Cuando les llegaba una barra de jabón la cuidaban como oro. Si hallaban un cartucho plástico para echar ropa, era otro tesoro.

Se bañaban en quebradas, el pudor no tenía cabida, era lo más indigno que vivían cada día. Las culebras de cuatro metros y colmillos de dos centímetros, les pasaban por los lados.

No se podía pensar en escapar, porque los secuestrados, a diferencia de los guerrilleros, no están capacitados para la supervivencia en la selva, ni para guiarse allá. "O te mataban los guerrilleros, o te tragaba la selva", dice Nicolás.

Vivían en guindos o ranchos, que construían cuando los cambiaban de campamentos. Recorrían días y días en la selva y llegaban "hechos leña", para volver a mudarse cuando los guerrilleros se sentían en peligro.

"LAS VOCES DEL SECUESTRO"

Así se llama un programa que se transmite por Radio Caracol, de 11 de la noche a 4: 00 de la mañana. Por medio de este programa, él escuchaba a su familia, que grababa mensajes desde Panamá, tratando de que no se les quebrara la voz. Los guerrilleros les dieron unos radios y así ellos sabían de sus familias, pero sus familias no sabían de ellos.

Cada mañana y cada tarde oraba. Cada cumpleaños o fecha especial de su familia, él ayunaba. Un día, una guerrillera le pidió que le bendijera a su bebé. ¿Por qué? Porque a Nicolás se le apareció una luz que lo envolvió mientras oraba. Los guerrilleros vieron todo, dice el panameño sin poder contener las lágrimas.

Su esposa, Idalia de Pérez, sale en su ayuda y recuerda que ella viajaba a Colombia y se reunía con familiares de secuestrados. Participó en marchas, mientras sus hijos Alex y Mauricio le pedían que no fuera porque a su papá no le hubiera gustado. Así mismo era, dice Nicolás, pues temía que le hicieran daño a ella. Ella, a su vez, enviaba mensajes cuidando sus palabras, para proteger a su esposo.

"Yo no tenía dominio de mi vida, mis hijos y yo también estábamos secuestrados", dice Idalia, mientras los hijos coinciden en que salieron fortalecidos de la terrible experiencia, pero se preguntan cuántas alegrías familiares se perdieron en 14 meses. "Fue como un río que se cambió de cauce y se formaron charcas, pero como el río, crecimos. Mi papá no es Superman ni Batman, pero es nuestro héroe", dicen.

DESPEDIDA COMO SERES HUMANOS

Un día, un médico le dejó entrever a Nicolás que sería liberado. Le entregó una tarjeta de presentación del entonces Defensor del Pueblo, Italo Antinori, en cuyo reverso decía: "Estamos en búsqueda de tu libertad, no estás solo". Un mes y medio después fue liberado.

Tal como lo hicieron Consuelo de Perdomo y Clara Rojas, Nicolás se despidió con un apretón de manos de sus verdugos y un: "Hombre, gracias, cuídense". Lo hizo porque "hay momentos en que uno no puede dejar de ser humano". Se trataba de niños de entre 11 y 16 años, obligados a ser guerrilleros, casi todos analfabetos e hijos de campesinos.

"Un secuestro te hace ser más humano", sentencia Nicolás, con un aire nostálgico, mientras recordaba esos días aciagos en que perdió lo más preciado: su libertad.

Cuando la candidata presidencial colombo francesa, Ingrid Bethancourt, fue secuestrada, Nicolás escuchó la noticia en la radio, allá en la selva. A ella le habían advertido que no fuera a la zona donde fue capturada.





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