Jenny era una linda niña de cinco años a quien su mamá le compró un collar de perlas de juguete.
Jenny tenía un padre que todas las noches le leía un cuento y le decía:
Jenny, ¿tú me quieres? ¡Oh sí papá, tú sabes que te quiero! Entonces, regálame tus perlas. ¡Oh, papá! No mis perlas -dijo Jenny-. Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas? ¡Oh no hijita! Está bien, no importa -le dijo dándole un beso en la mejilla- Buenas noches pequeña.
Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento:
Jenny, ¿tú me quieres? ¡Oh sí papá, tú sabes que te quiero! Entonces regálame tus perlas. ¡Oh, papá! No mis perlas; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete, ¿lo recuerdas? Es mi favorito, y tú puedes jugar con él. ¡Oh no hijita! Está bien, no importa -le dijo su papá dándole nuevamente un beso en la mejilla.
Algunos días después, cuando el papá de Jenny entró a su dormitorio para leerle un cuento, Jenny estaba sentada en su cama y le temblaban los labios:
Toma papá –dijo- y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre y él a cambio le dio una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas.
Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto... ¿qué es lo que Dios me quiere dar en su lugar?
|