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Una luz de esperanza
A pesar de que en el lugar deben seguir un reglamento de disciplina, muchos niños y niñas prefieren estar allí, que en sus casas. (Foto: Aquilino Pérez / EPASA)

Milagros Murillo F. | DIAaDIA

Su objetivo: erradicar la violencia en Curundú. "Cristian" (nombre ficticio) es un niño de 11 años que ha crecido en un ambiente de violencia, a su edad no sabe leer ni escribir, pero ya conoce lo que es robar...

Este niño es un vivo ejemplo de la vida de muchos de los que crecen en Curundú, pero que ahora tienen la oportunidad de cambiar su futuro, pues forman parte del grupo de 80 menores que buscan una alternativa para el ambiente negativo en el que residen.

Cristian viene de un hogar disfuncional, su madre es farmacodepediente.

Por ello, diariamente asiste, junto a otros, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., al local "Juntos podemos Curundú", donde de voluntarios les brinda desde clases de español, inglés, matemáticas, pintura, música, deportes y todo aquello que pueda alejarlos de las garras de la violencia; sobre todo, haciendo énfasis en incluir a Dios en su vida, por medio del consejero y guía espiritual David Nuño.

DIOS LOS AYUDA

El proyecto inició hace 13 años, pero hace dos se mudaron al local, ubicado frente al estadio de béisbol Juan Demóstenes Arosemena, como una idea de La Asociación Evangélica de Panamá (Crossroads Bible Church).

"Trabajar con los niños de Curundú es un llamado, es difícil, pues algunos son más complicados porque no tienen una estructura familiar, pero si tú le pones todo tu empeño y confías en Dios no es difícil", expresó Adrián Montaño, uno de los coordinadores. Él, en ocasiones, tiene que hablarles con firmeza, pues el carácter de los asistentes es complicado.

APROVECHAN

Niños que nunca han asistido a la escuela, huérfanos de padres adictos y otros que aunque sólo tengan 12 años viven solos, son algunos de los casos que se pueden encontrar, pero que a pesar de las limitaciones tienen la esperanza de surgir.

El lugar también cuenta con un grupo de ocho varones y una mujer, entre los 12 y 17 años, que forman parte del grupo especial, pues tratan de salir de las bandas del sector. Además, en las tardes se dan clases por módulos a los más grandes.

"Si los mantienes ocupados, ya sea pintando, jugando, limpiando, haciendo deportes ellos salen de ese ambiente", dijo Montaño.

"Queremos que el mismo pueblo se involucre, darles las herramientas para que por ellos mismos puedan surgir", agregó Chuck Lund, director del proyecto, quien aseguró que la meta es que ellos puedan surgir y cambiar positivamente.

OPORTUNIDAD

Unos 80 niños, niñas y adolescentes acuden a las clases. Reciben alimentos y enseñanzas religiosas.





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