Sienten angustia, nerviosismo y hasta se esconden. Esa son las distintas formas de actuar de muchos panameños que han sido llamados a formar parte de un jurado de conciencia para culpar o absolver a una o varias personas.
En una sala de audiencias de la Corte Suprema de Justicia (CSP), Gil Ponce, se debate el futuro de un joven de 29 años acusado de homicidio. La abogada que lo defendía tenía la tarea de convencer a ocho personas, miembros del jurado de conciencia, de su inocencia. Él es acusado de haber matado a un sujeto con un arma de fuego en Las Mañanitas, en el 2005. La magistrada que presidía la audiencia, muy seria, escuchaba el informe del caso. El Secretario lee la vista fiscal (que contiene una breve exposición de los hechos investigados, de las diligencias practicadas y las consideraciones en virtud de las cuales el Fiscal establece sus conclusiones, mientras que la abogada estaba preparada para demostrar la inocencia de Luis Canto (nombre ficticio).
Canto, cabizbajo, trataba de escuchar cada uno de los testimonios que leía el secretario. Revivir el momento, cada vez que lo pedían los miembros del Ministerio Público o los abogados acusadores o de la defensa, hacía que las historia retumbara en los oídos del implicado.
El abogado acusador trataba de culparlo, pero su defensa insistía en defenderlo. En sus sillas, los ocho jurados de conciencia trataban de tomar la mejor decisión.
Antes de entrar a la audiencia, éstos fueron escogidos aleatoriamente y llevados a un hotel. Allí, el magistrado encargado les explicó detalladamente el caso y cómo debían proceder en la audiencia. Pero, para absolverlo o culparlo, la decisión final debía tener la mayoría de los votos. No podía haber un empate. La tarea no fue fácil. Mientras esto sucedía, Canto, sentado con los dedos entrelazados, custodiado por un miembro de la Policía Nacional, miraba hacia un lado y hacia el otro y bajaba la cabeza. Al final, Canto fue declarado culpable, pues 5 de 8 votaron en su contra.
¿COMO LOS ESCOGEN?
La misma mañana del juicio (8:00 a.m.) funcionarios de la CSJ y del Ministerio Público, a través de una ánfora de madera, escogieron aleatoriamente a las personas, las cuales aparecen en un listado de más de 10 personas de entidades públicas y privadas.
Eric Vergara, asistente de magistrado, explicó que una vez se escogen, las personas, que no deben tener parentesco con ninguna de los que participan en el proceso y ajenos a la profesión de derechos políticos, son recogidos en un busito en sus puestos de trabajo para aislarlos en un hotel. Ellos permanecen sólos hasta la hora del juicio, que por lo general es a las 2:00 p.m.
Un acelerado secretario lee la vista fiscal para que la magistrada que lleva el caso escuche por última vez la opinión de las dos partes ( defensa y acusador). Entre el jurado había dos mujeres y seis varones que tomaron una decisión, pero antes, uno de ellos observa al acusado, mientras los otros cabizbajos escuchaban.
Al final de la audiencia, en la sala, frente a la magistrada, estaban los familiares de la víctima y los del victimario. Al escuchar la sentencia, unos lloraron de felicidad y otros de tristeza.
MULTAS
Las personas que son llamados a formar parte de una audiencia y se niegan son sancionadas, porque éste es un deber con la patria.