Por increíble que parezca, hay momentos en que ser panameño se ha convertido en una piedra en el zapato de un caminante.
Con el auge económico del país y el consecuente aumento de turistas y residentes extranjeros, los dependientes de los almacenes, de los restaurantes y hasta los taxistas, nos atienden como si fuésemos personas de "segunda categoría".
Aclaro, no soy chauvinista, no soy enemiga de los extranjeros ni tampoco creo que no deban vivir en el país o visitarnos. Al contrario, creo en el crecimiento económico y en el desarrollo turístico, y me siento muy orgullosa cuando un forastero prefiere a Panamá antes que a otros países.
Lo que creo que está ocurriendo, es que no se les da capacitación a las personas que atienden clientes en restaurantes, discotecas, tiendas, almacenes o pequeñas cafeterías. El trato poco amigable en estos locales es la tónica diaria. Sé que muchos estarán de acuerdo conmigo, porque lo he conversado con personas que han sido víctimas de esto y me han pedido que escriba al respecto.
De hecho, sólo ayer este medio publicó la nota de que un mesero colombiano hizo levantar de una mesa en una discoteca, nada menos que a Irving Saladino, Omar Moreno y a Julio Dely Valdés, porque la mesa la iban a ocupar unos extranjeros.
Tal parece que nosotros los "chocolatitos", los negritos y hasta los fulitos tendremos que privarnos de ir a tomarnos un café en un restaurante, porque no seremos bien recibidos.
Señores dueños o administradores de estos locales, el llamado va para ustedes. Fíjense bien a quiénes contratan para atender a sus clientes, capacítenlos y estén ojo al Cristo, porque aunque vengan turistas, siempre los panameños seremos más. Al menos, eso espero.
Además, si pagamos por un servicio, tenemos derecho a que nos atiendan bien.