"Cuando era como vos, me enseñaron los viejos y también las maestras bondadosas y miopes que libertad o muerte era una redundancia, a quien se le ocurriría en un país donde los presidentes andaban sin capangas."Mario Benedetti
¿Quién es un poeta revolucionario? ¿El que publica un montón de libros, traducidos todos a otro montón de idiomas? ¿El que asiste a todos los congresos del mundo que condenan todos los abusos del mundo? ¿El que persigue la última causa perdida de moda? ¿El que escribe versos entristecidos por una sociedad en la que la moda es la tristeza? ¿Quién es un poeta revolucionario?
Hay palabras desgastadas, sí, pero no por eso las causas que un día fueron defendidas con esos vocablos deben olvidarse. En este país, Panamá, la palabra revolucionario ha perdido su sentido, es más, hasta causa aversión en ciertos sectores. Tanto zurdo pancista, me imagino. Pero la inequidad no ha desaparecido y debemos hacer algo al respecto. Sin embargo, ¿acaso se puede acabar con ella escribiendo versitos?
No, no se puede. Y menos, cuando se trata de versos que sólo entienden los poetas y sus séquitos. Pienso que hay algo que es bien importante mencionar de las características del revolucionario que es fácil pasar por alto. El revolucionario es un ser humano. No es una máquina. Y la verdadera revolución la realizan los seres humanos simples, sencillos, pobres, los que a pesar de todas las limitaciones que les ha impuesto la sociedad se atreven a amar, a pelear, a reír y a llorar. Es esa gente la que debe aparecer en los versos de un revolucionario. La gente, no los ídolos. En esta era de apuros, de veloces vueltas en el trapiche del cotidiano vivir, ¿qué más revolucionario que una poesía simple y sencilla escrita para seres humanos simples y sencillos?