Tierra Santa se convierte en un cementerio para muchos creyentes que piden ser inhumados en el Monte de los Olivos de Jerusalén o que, incinerados sus cadáveres, las cenizas sean dispersadas en las aguas del bíblico mar Muerto. Un promedio de 1, 400 féretros o viajeros portando cenizas llegan al país por año. La mayoría procede de los Estados Unidos y sólo una minoría son cadáveres de ciudadanos israelíes que residían en el exterior.