
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÁLEZ
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÁLEZ
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÁLEZ
Marce
Fueron sacados por los balcones.
Bomberos hicieron rescates.
Todo quedó en escombros.
El fuego parecía incontrolable.
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÃLEZ
Marce
Fueron sacados por los balcones.
Bomberos hicieron rescates.
Todo quedó en escombros.
El fuego parecía incontrolable.
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÃLEZ
Marce
Fueron sacados por los balcones.
Bomberos hicieron rescates.
Todo quedó en escombros.
El fuego parecía incontrolable.
La lucha por apagar las llamas fue intensa, pero al final se logró.
FOTOS: ERICK BARRIOS/ ROBERTO BARRIOS/ HERMES GONZÃLEZ
Marce
Fueron sacados por los balcones.
Bomberos hicieron rescates.
Todo quedó en escombros.
El fuego parecía incontrolable.
El humo negro se levantaba imponente y era observado por cientos de personas a eso de las 10:00 a.m. de ayer, quienes asustadas se preguntaba qué pasaba al otro extremo de la ciudad. Mientras sus interrogantes aumentaban, en calle # 13 de Santa Ana el infierno tomaba forma, pues las llamas hacían arder cuatro caserones, sembrando el terror y dolor entre sus residentes.
En medio de esas llamas, Marcelo Alberto pensó que su hijo estaba adentro; la desesperación se apoderó de él y las lágrimas salieron a flote, pero luego su tensión bajó, al darse cuenta de que su hijo estaba a salvo.
“Mi dolor humano pasó, pero ahora ¿qué hará mi hijo, quien ha luchado tantos años por tener su casa y muebles? ahora veo que es escombros de su vida”; en medio de su relato volvió a mirar el caserón y mediante gritos pedía ayuda para su familia.
Niños, adultos y ancianos eran socorridos por personal del Benemérito Cuerpo de Bomberos de la República de Panamá (BCBRP), de uno en uno salían del inmueble, unos lloraban, otros gritaban a sus vecinos “salgan, salgan”, mientras que las madres apretaban a sus niños al pecho y corrían con la mirada fija en el camino que debían seguir para estar a salvo.
Pasaban los minutos y las llamas pasaban de cuarto en cuarto, las personas se desesperaban por querer salvar sus enseres, fue así como algunos obreros de la empresa Odebrecht se lanzaron a las residencias y empezaron como hormigas a salvar lo que se podía: estufas, refrigeradoras, ropa, muebles, todo era cargado en brazos y puesto lejos del lugar.
Perdieron todo
El tiempo se le hizo eterno a Siria De La Rosa, cuando miraba cómo se venía abajo la casa que durante 15 años le sirvió de morada, en medio del calor y el humo, ella miraba lo poco que pudo salvar y aún así sufría, porque no era ni la mitad de lo que tenía en su casa. Además de la ropa de sus nietos y de su hija de 15 años que ya tenía algunos útiles comprados para su nuevo año escolar.
Allí dejó DIAaDIA a la señora Siria, mientras más adelante, María Cárdenas, agradecía a Dios que pudo salir a tiempo del lugar; a ella sus pertenencia personales en ese momento no le interesaban, salvó su vida y en ese momento era suficiente.
Explicó que de repente sintió el calor y al asomarse al costado vio las llamas, agarró a sus familiares y bajó corriendo las escaleras, sin mirar atrás, solo pensó en salvarse.
En medio de dolor y la tristeza de las personas, salió a relucir el lado fiel de los dueños por sus mascotas, pues antes de pensar en sus muebles, sacaron sus pericos, perros, gatos de todo y los abrazaban sentados en las aceras de las calles de Santa Ana, felices de verlos con vida, porque en ocasiones estos animales son los que se llevan la peor parte.
Buscan la causa
Eran las 11:00 a.m y poco a poco los bomberos controlaban la intensidad de las llamas, a pesar de la baja presión de agua, para darle paso al humo y las cenizas; mientras los escombros yacían en las calles, siendo la muestra de las cuatro horas de sufrimiento, dolor, tristeza y esfuerzo que dejó a su paso el voraz incendio.