Bendecida por Dios, "con manos de ángel". Maritza Ortiz, enfermera en la sección de inyectables de la Policlínica Manuel María Valdez, en el distrito de San Miguelito, se ha ganado este sobrenombre a pulso, porque cada vez que inyecta a una persona, ésta no siente la aguja ni muchos menos la aplicación del medicamento y en ocasiones hasta le preguntan ¿ya terminó?

SIEMPRE QUISO SER ENFERMERA

Desde pequeña, Maritza sabía que de adulta sería enfermera, porque cada vez que Rosa Ramos, su madre, salía de compras, le pedía que le comprara juegos de doctor para curar a sus amiguitos. Cuando llegó el momento de estudiar la profesión que siempre había deseado, su padre le aconsejó que no la estudiara. "Me gustaba salir a fiestas y divertirme con mis amigas, pero mi papá tenía miedo que pudiera ocasionar un incidente laboral, gracias a Dios no fue así y en segundo año de universidad acepté a Jesucristo como mi salvador personal; hasta hoy, él siempre me acompaña, en mi trabajo, en mi hogar, en todo", contaba Maritza muy risueña.

COOPERACION

Cuando se requiere aplicar un inyectable se necesita de mucha cooperación entre ambas partes; "cuando el paciente llega al consultorio, lo primero que debe hacer la enfermera es verificar si la persona que entró es la misma que se llamó, además de darle las indicaciones de cómo acostarse en la camilla, mientras que por parte del paciente sólo con relajarse y respirar profundo hace su parte ", recomendaba Maritza, quien solo recuerda una vez que un niño la mordió, porque no se quería dejar aplicar la inyección.

Casi nunca falta al trabajo y en sus días libres comparte con sus hijos Laila y Marcial y sus dos nietas.

Las enfermeras merecen todo nuestro respeto y admiración, porque día a día nos encontramos con personas como Maritza, que con sus manos de ángel nos ayudan a mitigar nuestro dolor.

DEDICADA

El próximo 12 de mayo, Maritza cumplirá 32 años de ejercer la enfermería, ese mismo día se celebra el Día Internacional de la Enfermera.