Ser sano es estar libre de prejuicios, mitos y supersticiones. (Foto: Cortesia)
Dr. Denis Cardoze
| Psiquiatra de niños y adolescentes
Ser sano implica dos dimensiones, una interna, que es la sensación de bienestar físico y mental; y otra externa, que es como se proyecta el individuo.
Familia, escuela y sociedad se contradicen muchas veces con lo que en materia prevención y educación intentan los especialistas en salud mental, y si no se contradicen, al menos no se dan acciones más concertadas. Fuera de algunas campañas contra las drogas, el maltrato infantil o la violencia doméstica, o de algunas actividades aisladas realizadas en conjunto entre escuelas y servicios de salud, lo común es la ausencia de un plan general que involucre a la sociedad como totalidad.
Las nuevas leyes para proteger a los menores y a la familia aunque no dejan de ser un avance, sirven más para la represión de infractores y en algunos casos para dividir familias más que para el logro de los objetivos que estamos tratando. La ignorancia en materia de desarrollo infanto-juvenil y de salud mental sigue prevaleciendo en la población, incluyendo además de los padres de familia, a gobernantes, legisladores, jueces, profesionales del Derecho de Familia y educadores en general. No se trata por supuesto de hacer de todas estas personas psiquiatras aficionados, pero sí de dotarlos de mayores conocimientos en esta materia para que sea más factible brindar a menores un plan de educación coherente a nivel macrosocial.
Los medios de comunicación social son un ejemplo de la contradicción entre estamentos sociales, especialmente las empresas de televisión y las que programan espectáculos para adolescentes, y cuyos fines son meramente comerciales dejando de lado sus responsabilidades en cuanto a educación les debe concernir.
Ser sano implica dos dimensiones, una interna, subjetiva, individual, que es la sensación de bienestar físico y mental acompañada de un sentimiento de conformidad con la vida que se lleva; y otra dimensión externa, social, que es la proyección satisfactoria del individuo hacia las demás, hacia la colectividad, que no percibe su conducta como desagradable o amenazante. Y en un plano que trasciende la cotidianeidad, en un nivel más filosófico, significa el alcanzar planos de conciencia más elevados, convertirse en espíritus libres no alienados por prejuicios, mitos, supersticiones y otros tantos errores de pensamiento en los que la humanidad ha vivido desde sus inicios.
No es el momento de entrar a describir las diferentes teorías filosóficas que han tratado el tema de la alienación del hombre ni sus propuestas, ni es necesario para todos que el concepto de lo sano se extienda a tanto, sobre todo para quienes no se cuestionan la existencia ni llegan a sentir más angustias que las que generan los problemas de la vida diaria; pero no deja de ser verdad que incluso estos tienen alguna relación con miedos ancestrales que seguirán mientras se mantengan las creencias erróneas que son fuente de los mismos.
Escribió Schopenahuer que la vida de la mayoría de los hombres «...es un deseo opaco y un tormento, un caminar vacilante y soñador a través de las cuatro edades de la vida hacia la muerte con el acompañamiento de los más triviales pensamientos. Podríamos comparar a los hombres con relojes a los que se da cuerda y andan sin saber por qué; y cada vez que un hombre es engendrado o nacido, el reloj tiene cuerda de nuevo para repetir al pie de la letra la sonata ya tocada tantas veces, compás por compás, con insignificantes variaciones».