¿Sabe usted quiénes son los amigos de sus hijos? Probablemente, la mayoría de los padres creemos que sí.
Sé de muchos, y me cuento entre ellos, que prefieren que esos amigos vayan a su casa antes que sus hijos a las casas de sus amigos. Así pueden saber con quiénes se relacionan.
Pues bien, a veces vemos a esos adolescentes, con sus cabecitas locas, contentos, jugando nintendo o chateando en la computadora, chisteando y vacilándose unos a otros, y creemos que van por la vida sin ninguna preocupación.
Pero, ojo, no todo lo que brilla es oro. Y aquí entra un elemento clave: la comunicación con los hijos.
Puede ser que usted viva con los suyos en un hogar sano, donde la vida transcurre entre los consejos para que estudien, el salir a trabajar diariamente, el preocuparse porque vayan a la escuela con el uniforme correcto y los libros necesarios. Pero no necesariamente ese es el escenario donde crecen algunos de los amigos de sus hijos.
Por eso, es muy importante que, entre cuento y cuento, les saquemos a los nuestros algo de información sobre sus amigos.
Nos sorprenderíamos de saber que no todos viven en un hogar donde un regaño, e incluso, una nalgada a tiempo, es un acto de amor y de preocupación por su futuro.
Hay algunos que viven un calvario en sus hogares, y se enfrentan al maltrato físico y emocional por parte de sus padres, padrastros o madrastras; al alcoholismo de alguno de los progenitores o al desamor de familiares que viven con ellos.
Esto afecta emocionalmente a nuestros hijos, porque a ellos les duele que sus amigos se enfrenten a estos escenarios.
Sé de alguien cuyo hijo quería defender a capa y espada a un amigo que era maltratado. Hasta le dijo a sus padres que la próxima vez, iba a reclamarle al maltratador.
La única manera de saber que nuestros hijos se enfrentan a este tipo de estrés, es dialogando con ellos, sin atacarlos, sólo explicándoles cómo enfrentar la situación sin inmiscuirse en la vida privada de los demás.
Es bueno que nuestros hijos sean solidarios con amigos que sufren, pero hay que estar muy al tanto para saber hasta qué punto esto afecta su estabilidad emocional. Para saberlo, no hay fórmula mágica, sólo el diálogo.