Entre viejos callejones y deterioradas estructuras, se esconden historias de vicios, prostitución y pobreza.
Movidos por el deseo de saber cómo afectaría la demolición del Mercado Público a los comerciantes de sus alrededores, nos encontramos que a muchos les favorece, al igual que a las que venden caricias y sexo.
Las siguientes historias revelan los sacrificios, lágrimas y renuncias de muchas mujeres que, con el fin de poder proporcionar comida y techo a sus seres queridos, se han refugiado en la prostitución en el área del mercado público, en San Felipe.
VIDA SIN ALEGRIA
"Empiezo a trabajar a la hora que deseo, llego al local, espero al cliente, le pregunto si desea que lo acompañe. También le doy caricias, le digo palabras dulces, le pido que me pague un trago; todo esto con la intención de lograr que él solicite mis servicios. Aquí no se permiten caricias íntimas ni besos. El tiempo para complacer a un cliente es de 15 minutos", así nos contó Gloria, quien informó que ellas lavan al cliente y les colocan preservativos.
Así de mecánica es su vida: "Esta vida es muy triste, es el peor trabajo que puede tener una mujer, pero es el que mayor ganancias nos puede dar. En una semana, gano para mis gastos y envío entre 180 a 200 dólares a mis hijos en Colombia", aseguró Gloria.
PELIGROS QUE ENFRENTAN
Los peligros no son muchos, sólo los ladrones. "A veces nos encontramos con clientes violentos o policías que nos extorsionan", dijeron varias alternadoras entrevistadas, quienes nunca mencionaron las enfermedades.
"Sirena" tiene 40 años, es una de las tantas mujeres que trabajan en este submundo para brindarle una mejor vida a sus hijos. Vino de República Dominicana hace 10 años, dejando atrás hijos, familiares y amigos.
Recién llegó, supo que no iba a ser fácil y resolvió su situación, dedicándose a la prostitución. Al principio no aceptaba la idea de ejercer este "oficio", pero el negocio fue generando dinero, ganando hasta B/. 500 a la semana.
SUS DEBERES Y DERECHOS
Este trabajo exige que cada una de ellas tenga que hacerse un chequeo médico cada 8 días, pagado por ellas mismas. Sus permisos deben renovarlos cada tres meses, y sólo tienen un plazo de un año para laborar aquí, por lo que deben tener ahorros, en caso de que no puedan quedarse.
SUEñOS
Todas estas chicas, comparten el mismo deseo: poder regresar a sus países con algún dinero para tener una vida tranquila.
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