Parece mentira que hayamos llegado al extremo de querer exterminar a los jóvenes delincuentes. No hay razón que pueda convencer a una gran mayoría de panameños decentes, de que no se les debe juzgar como adultos. Es cierto que muchos de ellos provienen de hogares disfuncionales o de padres adictos a las drogas o al alcohol. También es cierto que muchas veces han sido víctimas de violencia intrafamiliar. Pero no es menos cierto que el panameño común requiere de más seguridad. Y eso sólo se consigue metiendo preso al que delinque (a corto plazo) y ejecutando un programa de prevención (a largo plazo). ¡Háganlo!