Ya no confecciona pantalones, porque no se le gana nada. (Foto: JAZMÍN SALDAÑA / EPASA)
Jesús Simmons
| DIAaDIA
Aprendió de su mamá. El gusto por los hilos, los cortes de tela y las máquinas de coser fueron parte de la vida de Luis García desde que era muy pequeño, ya que en su casa todo el mundo sabía coser.
Pero la costura no se quedó en una simple pasión, porque cuando tuvo la edad necesaria se matriculó en la desaparecida Escuela Frago, que estaba ubicada en el corregimiento de Santa Ana.
Una vez graduado, hizo sus primeros pinitos soltando bastas y haciendo pequeñas reparaciones, pero al perfeccionar su técnica, trabajó en más de 20 sastrerías en toda su vida.
Con una gran sonrisa, el experimentado sastre explicó que el secreto para tener éxito en el oficio de la sastrería radica en la pasión y el gusto que tenga el que la practique.
De su profesión no tiene queja alguna, pues con ella pudo adquirir su vivienda propia y educar a sus cinco hijos a los que convirtió en profesionales y hombres de bien.
Pero no todo es felicidad en la vida de Luis, pues después de la invasión a Panamá en 1989, por el Ejército de los Estados Unidos, tuvo que trabajar en varias empresas para poder levantarse y mantener a su familia.
Con mucho esfuerzo reunió un capital de B/500.00 que le sirvieron para abrir su propia sastrería, a la que bautizó con el nombre de "LG", que son las iniciales de su nombre.
En ese pequeño local, ubicado en la entrada de Los Andes #2, se gana la vida pegando cremalleras, haciendo bastas de pantalones y haciendo reparaciones menores. A sus 63 años, sólo desea trabajar tranquilamente en su local, en el que humildemente se gana el pan nuestro de cada día, además de que es su propio jefe y decide cuánto puede llegar a ganar en un día. A pesar de eso, trabaja de 7:00 a.m. a 7:00 p.m. todos los días.
PRECIOS
Por una basta de pantalón cobra B/ 3.00 y por las populares bastas "skiny", cobra lo mismo.