Sí. Está bien que todo jugador de fútbol sueñe con llegar a ser un profesional y vestir la camiseta de su selección nacional, pero ese hecho lleva consigo un compromiso de respeto hacia cada ciudadano del pedazo de tierra al que este represente.
Un futbolista profesional debe ser suficientemente profesional, y perdonen la redundancia, como para saber cuándo está en óptimas condiciones para defender al país que ama y que lo vio nacer, aunque sea en un partido amistoso.
El pasado miércoles, los que asistimos al Rommel Fernández y presenciamos el duelo entre los Estados Unidos y Panamá, vimos a una selección panameña con varios jugadores pasados de peso y en mal estado físico, como fueron los casos de Blas Pérez, Amir Waithe y Alberto Quintero, entre otros.
Ellos pueden alegar que están de vacaciones, o resolviendo su futuro en algún club y que la LPF acaba de comenzar.
Sin embargo, esa excusa no es válida, ya que el simple hecho de ponerse la casaca roja, esa que apoyamos más de tres millones de panameños a todo pulmón, merece honestidad.
Los futbolistas panameños deben entender que este deporte es de competencia y siempre jugará el que mejor esté. ¿Qué pasa si un jugador no llega en forma a su club? Seguramente habrá tres o cuatro elementos de ese equipo intentando quitarle el puesto y obviamente tendrá ventajas que él mismo le habrá dado.
Me pregunto: ¿el cuerpo técnico de un equipo o una selección no debe hacer una evaluación para saber si sus jugadores están o no en condiciones para jugar?
Unas libras de más ¿no podrán causar una lesión en los jugadores y poner en riesgo su presente o futuro del futbolista?
Es parte y parte. Errores del cuerpo técnico y de los jugadores.