Esto es entre las parejas de casados y yo. Casados, por decir algo. Si están unidas, también es con ustedes. De lo que voy a escribir, es de la convivencia.
Sucede que el jueves me molesté con mi esposo por una tontería, pero me acosté disgustada. En la mañana no hubo el beso de “hasta luego” al salir para el trabajo. Eso me hizo sentir mal todo el día.
En la noche, llegué tarde del trabajo y no conversamos.
En la madrugada desperté llorando. Había tenido una pesadilla y me sentí horriblemente afectada.
Soñé que mi querido esposo había muerto en un accidente. Yo lo veía tirado en la carretera, no me atrevía a tocarlo. Sólo pensaba: “Dios mío, él se fue y estábamos disgustados. No le di el beso de la mañana y ahora ya no se lo puedo dar”.
La sensación de vacío era algo insoportable, el terror dominaba mi cuerpo y mi espíritu. Y yo volvía a pensar que no le di su beso de la mañana. También pensaba en cómo se lo diría a mis hijos.
De pronto desperté, y me di cuenta de que sólo era una pesadilla, pero yo no paraba de llorar.
Quizás a ustedes les parezca que ya me estoy poniendo vieja y sentimentaloide. A lo mejor sí. Pero no puedo dejar de pensar que si realmente mi esposo hubiera muerto, yo me quedaría, no sólo con el dolor de su partida, sino con el remordimiento de que no le di su beso de la mañana, y no me despedí.
Hace muchos años, cuando iba a casarme por la iglesia, tomé las charlas que piden como requisito para la boda. Allí se nos dijo que si una pareja desea conservar su matrimonio, nunca debe irse a la cama disgustada.
Yo le agregaría, que una pareja nunca debe salir para el trabajo sin haberse dado un beso, porque nunca se sabe si regresará a casa. Así, si uno de los dos se va primero, siempre quedará el recuerdo dulce de los labios que se juntan con el ser amado, y esa sensación acompañará al otro por siempre. ¡Eso es amor! ¡Practiquémoslo!
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