Fermín Barría, un estadista de la vida


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Don Fermín siempre tiene un gesto amable para todas las personas.

Fotos: LAUREANO BARR?

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    Don Fermín siempre tiene un gesto amable para todas las personas.

    Fotos: LAUREANO BARR?

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    El buen humor lo caracteriza.

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    Siempre positivo.

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    Recuerdo de años atrás.

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    Junto a dos de sus hijos

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    Con su amada Andrea.

  • Fermín Barría, un estadista de la vida

    El camino que lo lleva a casa.

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    Don Fermín siempre tiene un gesto amable para todas las personas.

    Fotos: LAUREANO BARRÍA

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    El buen humor lo caracteriza.

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    Siempre positivo.

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    Recuerdo de años atrás.

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    Junto a dos de sus hijos

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    Con su amada Andrea.

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    El camino que lo lleva a casa.

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    Fotos: LAUREANO BARRÍA

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    El buen humor lo caracteriza.

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    Siempre positivo.

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    Recuerdo de años atrás.

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    Junto a dos de sus hijos

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    Con su amada Andrea.

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    El camino que lo lleva a casa.

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    Fotos: LAUREANO BARRÍA

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    El buen humor lo caracteriza.

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    Siempre positivo.

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    Junto a dos de sus hijos

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    Siempre positivo.

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    Junto a dos de sus hijos

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    Con su amada Andrea.

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Laureano Barría - DIAaDIA

No sé si llegue algún día a sobrepasar los 80 años, pero sí tengo la certeza de que, si lo logro, quisiera que fuera como el señor Fermín Barría Pimentel, quien, a sus 101 años, ni las adversidades de la vida ni mucho menos los problemas médicos han borrado de su cara una sonrisa de serenidad y alegría por la vida.

Cuando era muy niño escuchaba a las personas del pueblo chiflar un sonido característico cada vez que Fermín venía por las calles del Valle de Tonosí. Después me explicaron que esa era la manera en que se llamaba a los “cuchacos” -animales ágiles que en la selva les gusta molestar a las personas-; desde ese entonces, entendí que mi abuelo era una persona jocosa.

Donde llegaba, siempre había alguien que soltaba la palabra “cuchaco”, y mi abuelo donde estuviera salía al paso con un “¡Fuera!”. Esta, como muchas anécdotas de él, tienen una explicación; se le dio ese apodo porque era muy bueno socolando maleza y, en aquellos tiempos, los jornaleros hacían competencias para ver quién era el que se cansaba primero; mi abuelo siempre los dejaba atrás y se burlaba de ellos (por eso lo de “cuchaco”).

Fermín es originario de Los Corralillos de Pesé, nació un 8 de junio de 1910, como era tradición, con la ayuda de una partera. Sus padres, Benancio Alfonso y Manuela Barría, nunca pensaron los caminos que iba a recorrer este chico, hoy un estadista de la vida.

En busca de trabajo y de la mano de sus padres, emprendió un largo viaje a sus seis años de edad hacia Tonosí, donde, en ese entonces, por los años de 1920, había llegado una compañía nueva que les daba trabajo a todos los interesados, era la United Fruit Company. En pocos años la empresa quebró.

Soledad

La vida le dio un revés muy fuerte a los 14 años: sus padres murieron y quedó solo. No le quedó de otra que emprender su viaje a la tierra que lo vio nacer, Pesé. Fue un tío quien le abrió las puertas de su casa en Pesé y se encargó de él hasta los 24 años.

El Valle de Tonosí había quedado en la mente de este joven que lo único que buscaba era trabajo para poder vivir.

Como algo insólito, a los 24 años, retomó el camino hacia su valle querido. El trayecto no fue fácil, pues fueron ocho días a pie desde Pesé a Tonosí. Logró establecerse en un lugar llamado Vijaguales, en El Bebedero de Tonosí. Allí se dedicó al negocio de los puercos y se casó; tuvo dos hijos, pero la relación no funcionó. Él, de forma serena, lo define como “bueno, cuando las cosas no funcionan, es mejor sacar el cuerpo y no complicarse”.

Después probó suerte con Andrea De Gracia, una joven oriunda del Valle. Aquí las cosas funcionaron y producto del matrimonio dejó ocho hijos vivos y dos que murieron luego

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Casados por más de cinco décadas

Mi abuela Andrea recuerda que en esos tiempos se vivía para comer y los dos “que no pegaron” pudo haber sido por desnutrición. “Gracias a Dios, los ocho hijos que tuvimos están bien y no les ha ido muy mal en la vida”, con estas palabras ella deja claro que hizo bien el trabajo de madre.

Lo que más llama la atención de esta pareja de 59 años de casados es el hecho de que, cuando salen conversaciones de los viejos tiempos, mi abuela siempre saca los celos a relucir, porque Fermín tampoco era un “santito”, así lo dice Andrea.

Una prueba más

Si pensaban que Dios no le puso más pruebas al “cuchaco” de Tonosí se equivocan. Hace solo cinco años una enfermedad de la circulación -así dijeron los médicos- dejó sin una de sus piernas a mi abuelo.

La familia, los vecinos y todo el pueblo pensó que esa sería la espina que doblegaría la jocosidad de Fermín Barría, sin embargo, eso nunca pasó. Al contrario, la fortaleza de un hombre de verdad predominó y se impuso ante este nuevo reto que le ponía la vida.

Recuerdo que cuando le pregunté de la operación solo me dijo: “ Ah, pue’, qué puedo hacer, ahora me toca sentarme en esta silla”. Por si fuera poco, la enfermedad venía por más. Y hace un año, quedó sin el segundo soporte que todo ser humano tiene debajo del dorso, su pierna derecha. Aun así, cuando volví a verlo después de la operación, me dio un abrazo y me repitió: “Eso es lo que tiene Dios para mí, no puedo hacer nada contra eso, solo dejarme llevar”.

Fue entonces cuando durante su último cumpleaños, el 8 de junio del 2011, le prometí que le haría un regalo que nunca olvidaría. Y a esto me refería...

La última vez que estuve por El Valle de Tonosí, en ningún momento noté un gesto de depresión o tristeza, eso es algo increíble, porque hoy los seres humanos lo tenemos todo, pero nunca estamos conformes con nada.

 
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