HISTORIAS
La taxista

Redacción | DIAaDIA

Cierto día me encontraba muy triste. Quería cerrar los ojos y pensar que al abrirlos, mi preocupación había pasado. Pero no soy mago, soy humano.

En ese momento, el más pequeño de mis hermanos estaba metido en un tremendo lío. Sinceramente, él siempre ha sido el más travieso de los tres hermanos que somos, pero en aquella ocasión se le fue la mano. Esta vez, no le voy a decir qué fue lo que ocurrió. Lo cierto es que la ira me carcomía como un cáncer. Llegué a pensar que todo estaba perdido.

La alegría de hacer mi trabajo también se redujo. Sin embargo, esa misma tarde había un sol resplandeciente y, camino a la empresa, abordé un taxi. Una mujer iba al volante. Cordialmente, me saludó. No me lo esperaba.

Aquella fémina me dijo con mucha sinceridad: "Por tu mirada sé que tienes un problema".

Mi cara de admiración no se hizo esperar y en mi mente me dije: ¿Es bruja o qué?

Ella sonrió y me dijo: "Tengo tres hijos que dependen de mí. Perdí mi trabajo hace poco y aquí me ves. Yo confío en Dios y sé que esta prueba pasará".

Esas palabras fueron sabias. Como emanadas de un ángel, especialmente para mí. Y a partir de ese momento, me dije: "Yo también confío en Dios".

Cuando creas que tienes los problemas más grandes del mundo, recuerda que hay otros que también atraviesan situaciones similares o más críticas.

En esta vida, nada es color de rosa, pero con Dios hay nuevos senderos: hay victoria.

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