Había una vez un señor muy poco inteligente al que siempre se le perdía todo. Un día alguien le dijo: - Para que no se te pierdan las cosas, lo que tienes que hacer es anotar donde las dejas.
Esa noche, al momento de acostarse, agarró un papelito y pensó: -"Para que no se me pierdan las cosas..."
Se sacó la camisa, la puso en el perchero y anotó "la camisa en el perchero..."; se sacó el pantalón, lo puso a los pies de la cama y anotó: "el pantalón a los pies de la cama"; se sacó los zapatos y anotó: "los zapatos debajo de la cama"; y se sacó las medias y anotó: "las medias dentro de los zapatos debajo de la cama..".
A la mañana siguiente, cuando se levantó, buscó las medias donde había anotado que las dejó, y se las puso, lo mismo sucedió con la camisa y el pantalón... Y entonces se preguntó: -¿Y yo, dónde estoy?
Se buscó en la lista una y otra vez y como no se vio anotado nunca más se encontró a sí mismo.
Autoestima y egoísmo son tomados generalmente, como términos antagónicos, aunque ambos comparten un significado muy emparentado: la idea de quererse, valorarse, reconocerse y ocuparse de sí mismo. A veces nos parecemos mucho a este señor.
Sabemos donde está cada cosa y cada persona que queremos, pero muchas veces no sabemos dónde estamos nosotros.