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El niño sin supervisión
Los adolescentes en esta situación, pasan la mayoría del tiempo en la calle. (Foto: Cortesia)

Dr. Denis Cardoze | Psiquiatra de niños y adolescentes
Viven en la misma casa pero no hay convivencia, y tratan de molestarse lo menos posible. Los jóvenes se vuelven absolutos.

Sin guía, sin orientación por parte de los mayores de su casa, es algo bastante habitual.

Cuando es así, padres e hijos parecen convivir en un hotel donde cada uno establece sus horarios, sus costumbres y sus obligaciones. La ley fundamental es tratar de incomodarse lo menos posible unos a otros. Se puede ver estas situaciones más a menudo entre familias que están en los extremos de la escala social: o muy pobres o muy ricos.

En el primer caso, lo jóvenes, desde muy chicos, andan trotando por las calles, estableciendo relaciones inconvenientes y pasando fuera de sus casas la mayor parte del día. En el segundo caso, los hijos disponen de los suficientes medios como para poder llevar una vida a su aire: cuarto propio con todas las comodidades, automóvil caro, dinero en el bolsillo o tarjetas de crédito, facilidades sociales, amistades importantes, etc., y sus padres fomentan esto, una veces por afán de ostentación, y otras por un deseo de verse libres de los hijos.

Aunque entre clases sociales intermedias es menos frecuente, también se dan situaciones similares pero motivadas más por comodidad, o por falta de autoridad parental. Son hogares donde el mismo niño hace sus normas sin que se le pidan cuentas de sus estudios, de las amistades que frecuenta, de los lugares que visita, o simplemente de asuntos más domésticos como lo que ve en televisión, la hora a la que debe comer o dormir, o si acostumbra a leer o no.

Todos estos casos reflejan negligencia parental, un descuido importante de la educación dentro del seno de la familia. Estos hogares pasan por ser muy liberales si se trata de los de la clase alta; de muy irresponsables si son de clase pobre; y muy blandos si son de clase media.

Pero con pequeñas diferencias, todos traducen la falta de responsabilidad por parte de los adultos.

Hay padres que no llegan a enterarse si sus hijos se ausentan de la escuela hasta varios días o semanas después de estar ocurriendo, cuando les envían una notificación del maestro o del director, lo cual es realmente injustificable. Padres así no pueden tener autoridad moral para pedir cuentas a esos hijos que evitan cumplir con sus responsabilidades.

Otros, negligentes también, ignoran las dificultades de sus hijos para el aprendizaje de ciertas materias, o las incapacidades intelectuales de aquéllos hasta que ya, cansados de recibir boletines llenos de fracasos, acuden a la escuela a informarse de sus causas.

¿Sucedería esto si hubiesen estado pendientes del desarrollo del rendimiento de forma continuada? Obviamente que no.





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