"Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas..."
Eladia Blázquez
Señoras y señores, Soy un preguntón compulsivo. Cuando era niño y mi madre me mandaba a lavar los trastes, yo le obedecía y fregaba los platos y los vasos, las pailas solo por un lado, el de adentro. Ella, al percatarse de lo que ocurría, me ordenaba con voz de sargento limpiar bien los trastos; ingenua y torpemente, ¿qué hacía yo? Le preguntaba: mamá, ¿por qué hay que lavar los platos por el lado que no fueron usados? ¡Qué buena derecha tenía mi madre!
Cuando me gradué de la universidad y me lancé a la calle a buscar trabajo y ...no lo encontré. Siempre mi defecto era sabotearme. Solo a mí se me ocurría preguntar en una oficina pública sobre el porqué no veía a nadie hacer nada.
Conseguí trabajo en el sector privado. Descubrí que las piruetas del circo son un detalle inocente al compararse con los malabares que hay que hacer para conservar un trabajo, y descubrí que los buenos compañeros son los que se dejan mangonear y los malos los que no lo permiten, y comencé a escalar la montaña del éxito pisando los rostros ajenos y también aguanté los pisotones en el rostro de los que tienen zapatos más grandes y descubrí que los hijos de los jefes tienen zapatos más grandes que los míos y también que los jefes siempre nombran a sus hijos como jefes de departamento y hasta como gerentes. ¿Y yo qué hice?, una pregunta, y ¿a quién?, al jefe, y ¿qué le pregunté? Lo siguiente: ¿Usted cree que dándole el puesto de gerente a su hijo ha hecho lo correcto? Irremediablemente, terminé de patitas en la calle.
¿Qué hago con mi defecto? Ya no sé qué hacer. A veces, creo que esa compulsión de hacer preguntas improcedentes, es un problema en mi ADN. Pero, ¿y si hay más mutantes por ahí sueltos? Desde mi alma les grito: "Preguntones del mundo, ¡huyan del paredón".