ENTRE NOS
¿Quién la necesita?

Elizabeth M. de Lao | DIAaDIA

Hace 15 días, les conté que me fui a "chiriquiar" con mi familia y que no me arrepentía. Efectivamente, fue la mejor decisión familiar para pasar las vacaciones.

Durante el paseo por Tierras Altas, nos hospedamos por tres días en las cabañas Las KuciKas, en Bambito. No era la primera vez. Lo habíamos hecho varias veces.

Aquel primer año que llegamos a las cabañas, un detalle disgustó a mis hijos: No había televisión.

"¡Yo no me quiero quedar aquí", dijeron al unísono. De partida, el hecho de que no hubiera televisión les cortó de tajo el entusiasmo de pasar unos días rodeados de naturaleza.

Fue difícil convencerlos de que nos quedáramos allí, porque el entorno natural y el clima fresco nos bastarían.

Pasaron las horas y llegó la noche. Al arrullo de las aguas cantarinas del río que bordea las cabañas, atizamos (con muchísimo esfuerzo), una barbacoa. Asamos carne de res, de puerco, chorizos y malvas. Tomamos chocolate caliente, vino y café. Cantamos, echamos cuentos, nos reímos, recordamos viejos tiempos, hicimos planes para el futuro, nos abrazamos unos con otros en el frío de la noche y, llegadas las 12:00, nos fuimos a la cama.

A todos se nos olvidó que no había televisión, DVD o equipo de sonido. Es más, regresamos cada año y ahora mis hijos son los primeros en gritar a los cuatro vientos que allá no se necesita televisión; que lo importante es que la familia se reúne alrededor de la barbacoa para estar unida, sin interrupciones, sin nada externo que rompa ese momento mágico en que el trabajo, las obligaciones del diario bregar o una película de Hollywood quedan relegados al olvido, para dar paso al éxtasis más sublime por estar juntos y lejos de todo, aunque sea una vez al año.

¿Quién necesita televisión?, se preguntan ahora, cuando ya uno es adulto y los otros dos adolescentes.

Eso sí, de regreso a la realidad, al trabajo, a los cursos escolares y a la casa, el discurso cambia y, lastimosamente, la televisión vuelve a ocupar un lugar de honor en el hogar. Los momentos mágicos de unión familiar y comunicación más sublimes, quedan enredados en los vericuetos de la vida diaria, esperando las próximas vacaciones para volver a ocupar su sitial de honor. ¡Ojalá hubiera más vacaciones!

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