Una tarde de verano me encontraba caminando por la orilla de un inmenso mar, sentí deseos de terminar con mi vida, sentía que no valía la pena seguir adelante, me sentía desesperada porque los problemas eran mucho más que las alegrías, miré al cielo y grité: "Dios mío si existes, mándame un ángel, para que sea mi compañero y al menos me ayude a olvidarme de las penas, un ángel que me dé la confianza para seguir adelante", sin obtener respuesta renegué: "Maldita sea la hora que llegue a este absurdo mundo", pero tampoco obtuve respuesta.
Decepcionada seguí caminando con la mirada baja, cuando de pronto me encontré una pequeña piedra, la piedra mas preciosa que podía existir, me agaché y la tomé entre mis manos, al tocarla comenzó a iluminarse, y a su vez llenó con su luz todo mi rostro, al ver que era hermosa la coloqué a un lado de mi corazón, para que me iluminara desde adentro.
Me sentía completamente feliz, sentía que al menos algo llenaba y alegraba a mi triste corazón, llenó por completo mi corazón.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado decepcionado de la vida?, le pedimos a Dios alguna señal, y cuando eso sucede nos manda un "ángel" que, al llegar a la tierra, se convierte en una piedra de luz, y al entrar en nuestro corazón, se transforma en un "amigo" que, a veces al ayudarnos a crecer como ser humano, nos lastima, pero a la vez nos ilumina con su inmensa luz, y cuando intentamos sacarlo de nuestra vida, es cuando más adentro está.