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¡Nada de mentiras!

Nayeli Williams | DIAaDIA

La mentira, además de ser un pecado, es algo que le resta personalidad a las personas que las dicen.

Hay quienes hablan de las mentiras piadosas, pero si no hay un control, poco a poco, se van convirtiendo en grandes cadenas y lo que empezó como algo inocente se transforma en algo tan enorme que pareciera no tener solución.

Los niños cuando están muy pequeños tienden a decir frases y comentarios que, según terceros, pueden ser mentiras: erróneo, pues es probable que esté desarrollando un juego imaginario, el cual está compuesto por un mundo lleno de fantasías y cuyos personajes no son reales.

Pero si las mentiras dejan de estar relacionadas con los juegos y van más allá, puede que su hijo (a) esté desarrollando una mala costumbre.

CULPABLES

¡Rin, ring!, "Miguelito, antes que contestes, si preguntan por mí, dí que no estoy", es una escena común que se observa en varios hogares, cuando uno de los padres, ya sea por cansancio u otra razón le dice al niño que diga esa excusa disfrazada de mentira.

Algunos padres con su mal ejemplo influyen de forma negativa a los niños, que repiten las mentiras una y otra vez.

La psicóloga Iliana Machado afirmó que es necesario que los padres tengan cuidado con los comportamientos que tiene delante de sus hijos y la educación debe ser regida por valores cívicos y morales .

En la adolescencia, las mentiras son más frecuentes, pues los jóvenes tratan de ocultar algunas cosas a sus padres y por temor a ser regañados recurren a esa salida. Sin embargo, si la relación con los padres es muy estrecha, no hay cabida para fingir. Es una cadena que atrapa a más personas, primero el padre le miente al niño, después el hijo le miente al padre, luego el adolescente le miente a los amigos y a demás familiares. Al ver que sale librado de varias circunstancias, no va dejar de decirlas.





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