Juveniles abandonados...


  • Juveniles abandonados...

  • Juveniles abandonados...

    A lo lejos, las gradas se ven vacías.

    Foto: Archivo

  • Juveniles abandonados...

    Los únicos que no faltan en los partidos de la juvenil son los vendedores ambulantes. Foto: Archivo

  • Juveniles abandonados...

    Las tienditas en el Rod Carew abren, pero no hay venta.

    Foto: Archivo

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    A lo lejos, las gradas se ven vacías.

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    Las tienditas en el Rod Carew abren, pero no hay venta.

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Laureano Barría - DIAaDIA

Todo indica que el Campeonato Nacional de Béisbol Juvenil solo despierta pasiones en las rondas semifinal y final. Este es un comportamiento que se ha tenido por años en este nivel del béisbol criollo. Pero, ¿por qué no se apoya desde el principio a los chicos?, ¿qué hay que hacer para que se llenen los estadios?

Tal vez, el fanático que está en las gradas gritando no influya en elevar el nivel del pelotero, pero sí está comprobado que puede motivar al atleta. Un aplauso, un ¡dale... necesitamos una y empatamos!, son acciones que raramente se perciben en el Campeonato Juvenil.

En un juego de la temporada regular es triste observar que son pocos los fanáticos que asisten a los estadios. Sin embargo, entre los que siempre se animan a ir se puede ver al típico padre de familia tallado de arriba a abajo con la ropa del equipo donde juega su hijo, la abuela que viene a ver a su nieto y forma todo un escándalo (ella solita), los vendedores como “Maquin” con sus ricas empanadas -que por cierto ahora valen $0.25 y muchas otras sorpresas características de este deporte que tiene el honor de ser SU MAJESTAD.

Aunque las lámparas del estadio estaban que no daban más y los bichos le rodeaban con ganas de sentir una descarga eléctrica, comenzó el partido. Solo se escuchaba al anunciador: “Al bate Juan Pérez, por la novena de los Cerritos”, pero ¿dónde estaba el público? A lo lejos una señora -que imagino era familiar de alguno de los jugadores- solo decía: ¡Vamos, muchachos!

Triste, pero cierto, el ruido de la radio de un policía, que se encontraba en el juego, se escuchaba con nitidez y a buena distancia, en clara señal de que no había casi nadie en el estadio. Shhhh... ssshhh, ubicación 10-4, comando... esta parecía ser la única voz de aliento para los peloteros que se fajaban por dejar a su provincia en alto.

Los episodios avanzaban y el partido, aunque estaba reñido, parecía más un Máster 1000 de Tenis, que un juego del Campeonato Nacional de Béisbol, todo callado; de vez en cuando un “necio” gritaba: ¡Vamos muchachos, nada se ha perdido!

Parecía contagioso el clima de tranquilidad que se vivía en un partido del béisbol juvenil, el cual invitaba a dormir. Por ejemplo, el tercera base (que estaba frente a mí) dejó salir un bostezo (¡Uuuuaaahhhh!), que dejaba entrever que el ambiente “frío” de las gradas se le había contagiado. Allí me preocupé y le pregunté a alguien que estaba cerca: ¿es que nadie viene a los juegos de la juvenil?

Esto es normal, me respondió. Entonces, le volvía a cuestionar: ¿Por qué no hay apoyo del público? ¿No se supone que este es el futuro del béisbol panameño, las figuras que podrían llegar a las Grandes Ligas o, en tal caso, los próximos prospectos de las selecciones mayores de béisbol de cada provincia?

“Bueno, ¿qué podemos hacer? Lo que pasa es que la gente solo viene cuando están en semifinales y finales. Si no es así, no viene nadie”, respondió mi interlocutor.

En medio del mutismo que se vivía en el estadio, “Maquin”, el vendedor de empanadas, se me acerca. Le compré otra empanada, la cuarta de la noche. Ya le había colaborado con $1.

El juego seguía y las gradas se llenaban de sonidos esporádicos, un hombre escuchando el partido con un radio en el oído, el radio del policía ¡shhh! ¡shhh! y unas cuantas voces -en su mayoría de mujeres- gritaban a todo dar para que los peloteros se dieran cuenta de que, aunque no se notara, había público en el parque de pelota.

Seguía mi interrogante y poco a poco iba conociendo el porqué no había mucho público. Una señora -la esposa del que ya era mi amigo- me dice, “acuérdese que este año también se subieron los precios y mucha gente se corrió”. Eso me recordó que hubo un tiempo en que la empresa Proyectos Deportivos Nacionales (Prodena), que lleva dos años a cargo del béisbol, había subido la entrada de $3 a $4 y eso causó mucho revuelo. Al final, los precios volvieron a la normalidad, pero ¿será que eso asustó a los fanáticos? No sé, igual creo que el público no va por lo que comentaba al principio: “a la gente, la ronda regular le importa muy poco”.

Es cierto, hay partidos que son muy lejos y a la fanaticada se le hace difícil movilizarse para apoyar, pero algunos políticos pagan buses y, de esta forma, se pone en práctica el viejo dicho: “tú ganas y yo gano”.

En realidad me quedé hasta el último episodio del juego y no varió la cantidad de fanáticos, al contrario, eran más los que se retiraban, que los que llegaban. El marcador. Bueno, eso es lo que menos interesa.

Lo que sí interesa es saber cómo se siente un pelotero juvenil cuando está lanzando en primera, segunda o tercera y no escucha una voz de aliento desde las gradas. ¡Eso es triste!, pero a eso estamos acostumbrando a nuestros jugadores de la juvenil. Solo los apoyamos si llegan a las semifinales. De lo contrario, a ver qué hacen.

Después del partido, me encontré a un pelotero fuera del estadio esperando a que sus padres lo fueran a buscar, y le pregunté: ¿Cómo viste el partido? Él levanta la mirada y me responde: “Bueno, se hizo lo que se pudo, pero qué vamos a hacer”.

En una respuesta un poco normal, un jugador -aunque haya perdido- dice que no le fue bien, pero que se sintió el apoyo de la gente. Rara vez un pelotero juvenil puede darnos esa respuesta. En muchas ocasiones el jugador siente un compromiso con su fanaticada, más que con su propio equipo y es capaz de dar hasta un 150%.

Para cosechar hay que sembrar y el huerto está en el Campeonato Nacional de Béisbol Juvenil.

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