Operan en lugares casi abandonados. (Foto: Aquilino Pérez / EPASA)
Milagros Murillo y Kathyria Caicedo
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"Es mejor estar entre los leones, sobreviviendo, que ser presa de los leones". Con esta frase lapidaria comienza su testimonio Arturo (nombre ficticio), un joven de 17 años, cuya vida está muy lejos de ser la de un hijo de vecino cualquiera. Él pertenece a una conocida banda delincuencial y obtiene más dinero en un día "poniendo pistola" que lo que ganaría trabajando honradamente. No obstante, preferiría trabajar.
"Tengo 17 años, me he criado en un lugar donde se ha vivido la violencia; mi vida ha sido fatal, no he tenido el amor de mi madre ni de mi padre y he tenido que buscar la manera de sobrevivir". Así, de sopetón y en pocas palabras, expuso su realidad, mientras se fumaba un pase de marihuana.
Arturo se salió de la escuela cuando estaba en tercer grado y empezó a consumir la hierba desde los diez años. Al pasar el tiempo, empezó la robadera para, según él, poder tener plata para ir a la escuela.
Cuando tenía 14 años cometió su primer homicidio, por lo que él denominó "un problema". "Nada más he asesinado a una persona, de allí como cuatro intentos de homicidio, rantan (muchos) de heridos y buco (bastante) de problemas, baleados y así... son bastante", explica con una simplicidad inocente.
Estuvo en el Centro de Cumplimiento de Tocumen por un asalto, cuando sustrajo una cartera con 2 mil dólares; pagó una condena de dos meses.
ANALISIS DESDE SU OPTICA
"Las condenas no van a hacer que nosotros -los menores- cambiemos nuestra forma de ser, si no tenemos un apoyo del Gobierno, social, psicológico y ayuda necesaria para poder formarnos y ser alguien en la vida. Si no, la delincuencia va a seguir".
Hizo énfasis en que en los centros de cumplimiento no les enseñan a hacer nada.
"Cuando sales de allí, no tienes estudios, diploma ni nada, así que ¿pa' qué vas a volver a la calle? Tienes que volver a la misma vaina nuevamente", sentenció.
UN DIA NORMAL
"Apenas me levanto me fumo mi blanco y quedo sin hacer nada, y hay que buscar el sustento de mis alimentos, porque si uno no lo busca, no te va a llegar", sustentó. No usa cocaína.
"Yo estoy todo el día aquí, cuando tengo que agarrar y ponerle la pistola a alguien, se la pongo", añadió.
Este año, Arturo cumple la mayoría de edad. Él asegura estar consciente de que si comete un delito, pagará más tiempo.
La delincuencia ha aumentado, actualmente hay entre 15 y 16 pandillas en su área. Hay muchachos que viven en el "ghetto" y aunque no tienen su pandilla, dicen que "menos dejarse", y así se va creando el círculo, resaltó.
TRES CAMINOS
Él dice caminar tranquilo, a pesar de que hay "rantan" de problemas y enemigos por todos lados, porque los problemas nunca se van a olvidar. "El mismo juego lo dice: cuando uno ta' metido en esto, sabe que tiene tres opciones: la cárcel, la vida o la muerte, y ya uno 'ta prepara'o".
"Rantan de veces he vivido la muerte, pero gracias a Dios no me ha tocado", dijo. Tiene tres puñaladas en su mano, espalda y muslo, y varios rozones de bala.
¿COMO FUNCIONA?
Para cometer sus fechorías, los pandilleros suelen actuar en grupo, ya sea que van a robar o porque tienen que "cuerear" (disparar) a alguien. Pero Arturo prefiere hacerlo solo, porque si solo se cae, solo se levanta.
Los ingresos mensuales por delinquir pueden ser de unos 2 mil o 3 mil dólares, ya sea vendiendo droga, o por encargo de sicariato.
Los menores de edad cobran más que los adultos. Por ejemplo, por balear a alguien en un pie, cobran unos 400.00 dólares; de la cintura para arriba, cobran más, y si se muere la víctima, cobran desde 2 mil dólares.
¿HASTA CUANDO?
Pero, ¿desea este joven vivir así para siempre?
"Pienso que esto llegará hasta que el Gobierno haga un cambio y le empiece a meter más mente y capacitaciones, para que ellos se formen y sean alguien en la vida. Uno quiere cambiar a veces, pero no tenemos el apoyo para hacerlo".
No todo es que les den estudio ni plata para bolsas de comida, recalca, sino que los ayuden psicológicamente con charlas.
"Hay que pensar en el mañana, nosotros queremos opciones, no todo el tiempo queremos poner la pistola para comer. En realidad, yo quisiera sudar mi pan también, por eso aceptaría un trabajo que me ofrezcan, aunque sea menor la ganancia", aseguró.
Pero Arturo dejó entrever que esto es muy delicado, porque el Gobierno debe estar consciente de que tratar con pandilleros implica que debe haber más cuidado, para evitar los problemas entre bandas rivales. "Deben asegurar nuestra seguridad".
SU FAMILIA
Arturo perdió la cuenta de cuántos cigarrillos de marihuana se fuma al día; él dice que le gusta jugar fútbol y no tiene hijos.
"Mi mamá está consciente de todo y yo sé que sufre, pero yo le digo que prefiero que tomen café en otro lado a que tome ella", informó.
Son 13 hermanos, de esos la mitad son delincuentes y su papá está muerto.
Si llegara a tener un hijo, el joven asegura que no desea que escoja el camino de ser maleante, pero le dirá que no se deje de nadie. Lo apoyará en la decisión que tome.
Y LOS POLITICOS
"Los políticos se están aprovechando de la delincuencia y de lo que hacen los jóvenes para ganar poder, porque en realidad eso no les importa. ¿Por qué cuando matan a los niños los políticos no van siquiera a darles el pésame a las personas? Ellos se quieren agarrar de ciertas cosas para ganar votos", criticó Arturo, que quedó allá en su ghetto, compartiendo con otro joven de su banda, que se limitaba a fumarse pase tras pase de marihuana.
MAS AñOS DE CONDENA
En las últimas semanas se ha puesto muy de moda el tema de aumentar los años de pena para los jóvenes, sin embargo, Gilberto Toro, el sociólogo del Ministerio de Desarrollo Social, explicó que actualmente Panamá es uno de los países de la región con mayor alza de penas, en cuanto a menores. Pero, considera que el aumento de las penas no va a provocar que los delitos se reduzcan. Agrega que, según estudios realizados por criminólogos, el aumento de pena no disuade al delincuente.
Actualmente, en Panamá un menor que cometa homicidio puede pagar de 7 a 14 años, según la última modificación, que debe ser agregada al nuevo Código Penal.
Toro asegura que para mayo ya deben empezar a regir las nuevas penas, entre ellas están: por reunirse para cometer delitos de 3 a 5 años, por cometer homicidio doloso de 6 a 12 y si la pandilla comete homicidio, entonces son de 7 a 14 años.
DETRAS DE CADA DELINCUENTE
El "backstage" de los jóvenes ligados a la delincuencia es el mismo, no cambia, asegura Toro. Madres solas, o sea que no hay papá; por otro lado, hay hijos de diferentes padres, lo que indica que la madre mantiene una inestabilidad y también es signo de promiscuidad. A eso se suma, a que las condiciones del hogar son totalmente deprimentes, lo que indica que no hay un ingreso estable. Estas condiciones refuerzan que los jóvenes son los mayores pobres en Panamá, en otras palabras, están carentes de todo. Esa carencia hace a los jóvenes mucho más vulnerables.
Ante esta realidad, Toro aconseja que la población debe ser más proactiva y no quedarse de manos cruzadas esperando a que la policía o una institución resuelva la situación, sino que deben ser promotores de actividades en su comunidad para que esa juventud tenga otro enfoque y no se deje devorar por las condiciones que la rodean.
COMPARANDO
En Panamá, a partir de mayo de 2008, los menores pagarán condenas máximas de 14 años; sin embargo, en Costa Rica son 15. Es en este último país es donde se tiene la pena privativa de libertad más alta de América Latina y rige desde 1996.