Por respeto a ustedes amigos lectores, debo empezar por disculparme. La semana pasada se publicó, por error, un texto que no correspondía a esta columna. Este medio publicó una aclaración, pero siento la necesidad de disculparme directamente desde esta humilde columna con la que cada lunes me comunico con ustedes.
Aclarado el asunto, me permito tocar un tema del que poco se habla, pero que afecta el futuro de miles de jóvenes y de la nación misma.
Cada año, la cifra de estudiantes que reprueban materias va en aumento. Eso no es tan malo si se compara con el número de deserciones escolares en el mismo período.
Sin embargo, es necesario buscar el porqué de estas fallas. ¿Son los estudiantes los culpables?, ¿o serán los docentes?... ¿o los padres de familia? Yo estoy convencida de que es una responsabilidad compartida.
Por un lado, nadie puede negar que la vocación desapareció del perfil de los educadores hace ya mucho tiempo. A ellos sólo les interesa mantener lo que llaman "conquistas salariales", ganar puntos sin importar si los cursos, seminarios y hasta maestrías son brujos, y tener al menos tres meses de vacaciones. Ojo, no son todos, pero ya los buenos son minoría. Al menos, esa es mi percepción.
Por otro lado, los padres de familia creemos que los docentes son las nanas de nuestros hijos, y encima, ¡ay! de que algún maestro o profesor les llame la atención o les dé un haloncito de oreja. Nosotros mismos permitimos que en el aula manden los estudiantes y no los educadores. En mis tiempos, los maestros nos daban un reglazo y... sanseacabó. Además, si un educador nos cita a la escuela para ponernos al tanto de la conducta y aprovechamiento académico de nuestros hijos, lo primero que pensamos es que si ese docente cree que nosotros estamos de balde. "¿No ve que tenemos mucho trabajo?".
Y ustedes, jóvenes estudiantes, no se crean que pueden tirar la primera piedra. Sus padres salen temprano en la mañana a trabajar y llegan en la noche agotados para poder pagar sus colegios privados o públicos, que también cuestan, y... ¿qué hacen ustedes?
Pues nada más y nada menos que pensar que todo se lo merecen y, por consiguiente, no tienen más responsabilidad que ir a la escuela a socializar, al "grubeo" y a lucir un nuevo corte, una mochila último modelo, cuadernos cocidos y el último grito en zapatos. ¿Y las tareas? Pues que las hagan las madres y los padres cuando regresan de trabajar. ¡Qué lindos!
O todos nos ponemos las pilas y luchamos porque cada estudiante pase bien su año escolar, o tendremos ciudadanos mediocres, en una sociedad mediocre, en un país mediocre.