Ricardo Mayorga es un hombre rudo dentro y fuera del ring, pero no debería serlo tanto. En el primero de los casos, porque eso lo empuja al sufrimiento y en el segundo, porque le impide modificar su comportamiento.
En algunas ocasiones se ha pensado que aunque Mayorga haga tantas tonterías no es un tonto, y que si en estos momentos decidió prescindir de Rigoberto Garibaldi, no es porque el panameño no sea lo suficientemente competente y exigente, sino porque podría estar fuera del presupuesto disponible, y como decía Dantón: “La necesidad es la madre de todos los sacrificios”.
Esperar que con el cambio se vea más exigencia con Mayorga, es no conocer cómo se comporta. El único culpable de su falta de disciplina es él mismo. No hay que buscar otro, por favor.
Cierto, Garibaldi, consciente de eso, se había refugiado cómodamente en una actitud complaciente. De no haber actuado así, seguramente Mayorga lo hubiera despedido antes porque como reiteradamente afirmó, quien mandaba era él.
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