Tiene muchos clientes. (FOTOS: NEREYDA ATKINS / EPASA)
Nereyda Atkins E.
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Llueva, truene o relampaguee, encontramos a Rafael Roa Ortega vendiendo los periódicos del día, negocio que ha ejercido desde hace 48 años.
Hoy, a sus 63 años se siente contento y satisfecho, porque ha podido tener una familia; aunque nunca tuvo hijos, ha vivido rodeado del cariño de sus hijastros. Actualmente, vive en Paraíso, San Miguelito, y disfruta mucho de su trabajo, porque sabe que es honrado y que todo lo que consigue le permite llevarlo a su hogar para responder por la comida diaria.
RUTA
De lunes a viernes se le encuentra como canillita ambulante en la ruta desde Calle 39, Bella Vista, hasta Calle 50, en donde culmina con su trabajo a las 10:30 a.m. para luego dirigirse nuevamente a Perejil a rendir cuenta para luego irse a su casa y esperar el otro amanecer.
TRAGICO
A los cinco años, Rafael perdió a su madre Susana Ortega y a los nueve años perdió a su padre Rodolfo Roa. "Cuando mi padre estaba en el hospital, le pidió un poquito más de comida al señor que la repartía y éste se molestó, incluso le dio una patada. A los pocos días, mi padre murió", expresaba Rafael, confundido por ambas pérdidas y el dolor de no poder disfrutar de sus padres durante su crecimiento.
Él era el mayor de tres hermanos, dos de ellos murieron siendo aún niños y su única hermana, luego de reunirse por primera vez con él, al haber transcurrido casi 60 años de no conocerla, ya no se tratan.
La vida para Rafael no ha sido fácil, pero nunca ha desmayado, el amor y el cuidado de su esposa y sus hijastros le han permitido continuar, gracias al esfuerzo que él día a día realiza, algunos se han podido convertir en todos unos profesionales.
La vida para un canillita puede ser agradable, siempre y cuando se organice y logre ahorrar un dinero para que cuando sea adulto mayor, pueda lograr vivir de esos ahorros.
LUCHADOR
Con esfuerzo y dedicación, el trabajo diario se convierte en una aventura para hacerlo más llevadero.