DESIERTOS

"Hay algo que jamás los jóvenes perdonan a los maestros: la contradicción en el pensar, la incorrección en la conducta."

ANIBAL PONCE

Muchos son los desiertos en nuestro planeta: Atacama, Gobi, Kalahari, Sonora, Gipson y otros más. Hasta nuestra Península de Azuero se supone tiene, en Sarigua, su pequeño intento de zona desértica. Pero en estos últimos días no hay desierto más escandaloso como el declarado desierto intelectual en aquellos ámbitos que se suponen debían ser defensores del pensamiento: los medios de comunicación, las universidades y otras instituciones parecidas. Y lo más escandaloso es el escándalo en sí mismo. ¿Cuántos años llevamos con la misma cantaleta? ¿Qué nos mantiene estancados en las arenas?

El tráfico de influencias y el "matraqueo" a favor de los amigos, evidentemente, pesan más que la investigación y la labor académica. Entonces, así parece, como que no estamos tan desérticos. El problema está en el desierto mismo. Resulta ser que habitamos un desierto lleno de mediocridades y malas costumbres.

¿Y QUE HACEMOS ENTONCES?

Estoy tentado a contestar que nada. Sí. Nada. Para así acallar, por lo menos en lo que a mí corresponde, los eternos llantos y lamentos por la situación cultural de nuestra amada ese acostada entre dos mares. Sí. Nada. Porque en verdad no se me ocurre nada. Sí. Ningún pensamiento iluminador viene a mi mente. Creo que voy a caer en mi tentación, aceptar que no se me ocurre ninguna propuesta y a la pregunta: ¿Qué hacer con el desierto intelectual que nos rodea? Voy a contestar que no podemos hacer nada.

Ya mañana me levantaré temprano y junto al resto de mis colegas nos dedicaremos a educar jóvenes con el más fiero de los ahíncos. Nos preocuparemos porque aprendan a usar la cabeza para lago diferente que las trenzas y los cortes de moda. Dialogaremos. Preguntaremos. Sembraremos dudas. Los induciremos a leer. Aunque para ello sea necesario usar fuegos artificiales. Y así lo haré porque en lo que se refiere a cultura nada se puede hacer. Ya estoy resignado.