Pescadores en aprietos


Pescadores en aprietos

Los pescadores de Changuinola dicen que la situación está sumamente difícil. -

Leonardo Machuca / Bocas del Toro - DIAaDIA

A pesar de ser la época de mayor venta de mariscos, es precisamente cuando los pescadores de Changuinola, Bocas del Toro, se están comiendo un “cable”. No están pescando nada.

Mario Franco, dedicado a la pesca desde los cinco años, dijo que tiene dos semanas de no lograr una pesca que por lo menos le reponga los gastos de gasolina, aceite, café, comida y otras inversiones.

Agregó que uno de los motivos es que el oleaje está muy fuerte, y por otro lado, no se explican qué ha pasado con los peces, porque en lugares donde antes atrapaban buenas cantidades de róbalo y macarelas, ahora no hay nada.

Frente a la gran cantidad de inversión y no poder recuperarlas, decidieron varar los botes para realizarles algún tipo de reparación o pintarlos; también aprovechan y le dan mantenimiento a los motores, redes, anzuelo, líneas y otros equipos.

En el muelle privado de la familia Franco en finca Las 60, se pueden observar lanchas con sus motores fuera del agua, secas como nunca, y el clásico olor a pescado ni se siente, pues por el tiempo que llevan en tierra se ha disipado.

Las anclas, hieleras, miles de metros en redes y líneas, centenares de anzuelos y engañadoras parecieran adornos y no equipo.

En ese sector hay unas 15 familias que dependen en gran parte de la actividad; recuerdan cuando salían hasta la boca del río Changuinola y a medianoche regresaban con buena carga de peces; ahora deben invertir hasta una noche y medio día para traer algo.

Franco explicó que cada vez que salen al mar deben comprar por lo menos 8 galones de gasolina, que incluyendo el aceite mezclador, puede alcanzar los $5.00 cada uno.

Otro problema que enfrentan los pescadores artesanales del área es que los comerciantes, en su mayoría asiáticos, se ponen de acuerdo, ya que son ellos quienes ponen el precio al producto. Por ejemplo, el pargo lo quieren pagar a $1.20 y lo revenden al doble o más en sus supermercados; igual sucede con el róbalo, el mero, y en el caso de otros peces como jureles, roncos, plateado y demás, pagan hasta por debajo del dólar por libra.

 
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