Un ambiente de tristeza e indignación se percibía ayer en la catedral San Juan Bautista de Antón, luego del hurto de la corona, potencias y milagros de oro del Cristo de Esquipulas.
Eran casi las 6:00 de la mañana, cuando uno de los sacristanes, en medio del asombro, corría donde el padre Pedro Marín, párroco de esta iglesia, a comunicarle que habían profanado el santuario de vidrio donde está colocado el Santo Cristo dentro del templo.
El asombro y pena no se hicieron esperar cuando llegaron más feligreses a la misa, que se oficia en la mañana. Nadie lo podía creer, mientras otros oraban rosario en mano, para que el o los responsables se arrepintieran y entregaran lo hurtado a la imagen milagrosa.
Todos lloraban y pedían perdón a Dios por el acto, mientras aún se mantenía la imagen del santo violentada, como si se tratara de un hombre al que habían golpeado y robado.
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