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HEURÍSTICO
Quiero ser corrupto

David Robinso | DIAaDIA

"¿Qué es una persona buena? Es aquella que ha alcanzado la serenidad gracias a que ha desarrollado el hábito de preguntarse en toda ocasión: ¿Cuál es la acción correcta en este momento?" Epicteto

Hay quien al hablar de la solidez de un estado hace referencia de la firmeza de sus instituciones. Por ejemplo, de la participación ciudadana en las decisiones del Gobierno. Pero ¿Qué pasa cuando se institucionaliza algo tan pernicioso como la corrupción?

La corrupción en esta "S" nuestra, la acostada y caribeña Panamá, puede que tenga varias causas. Pero queremos mencionar aquella que involucra al mayor número de habitantes del istmo: el "juegavivo". Es un poco difícil definirlo, pero siempre es una forma deliberada de caminar torcido.

Bajo los parámetros del "juegavivo", hay que sacar provecho de cualquier situación, sea en un puesto gubernamental o una transacción empresarial. Por eso se tolera a los corruptos, porque se cree que están cumpliendo su misión: llenarse los bolsillos. Pero lo extraño del asunto es que no siempre conlleva ganancias para el supuesto avivato. Más cuando se trata de los ciudadanos de a pie.

Hace muchas lunas, cuando existían las Fuerzas de Defensa de Panamá y era la Policía de Tránsito quien expedía el revisado vehicular, fui a buscarlo con un enorme "lanchón". Resultó que el armatoste no tenía freno de mano y por dicho detalle pagué una coima de B/15.00. Luego por curiosidad, me dirigí a un taller donde me cobraron B/5.00 por arreglar el freno de mano.

¿Hubo un acto de corrupción? Sí. ¿Alguien pretendió jugar vivo? Sí. Pero, sobre todo, hubo vagancia. Es que me parece que ese es el verdadero móvil del "juegavivo": Obtener beneficios con el menor esfuerzo posible. Aunque eso a la larga traiga más perjuicios. No importa. Lo que importa es no esforzarse. Sin afán, con vagancia, no hay ciudadanos al tanto del devenir social y sin ellos sólo queda espacio para la corrupción.





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