Rebeldía y burla fue lo que imperó en Portobelo, provincia de Colón, el pasado sábado. Y no era para menos. El ritual de congo, basado en la historia de la esclavitud del negro, en donde el diablo es el amo, se representó en toda su plenitud durante el IV Festival de Diablos y Congos realizado en la paridisiaca población de Portobelo.
La representación es un canto a la libertad de los negros, tras la huida de los cimarrones a las montañas.
Como parte de la tradición, los fines de semana, desde el 20 de enero hasta el Miércoles de Ceniza, los negros se vuelven a reunir y a bailar. El miércoles, los diablos son atrapados por los ángeles.
Allí el colorido es impresionante, pues las máscaras demoniacas son verdaderas obras de arte, hechas por colonenses; mientras que las danzas y los vivos colores del vestuario de las mujeres, le dan vida a esta actividad.
Su organizadora, Sandra Eleta, manifestó que el festival es un convivio entre diablos y congos de la Costa Atlántica.
El redoble del tambor, el movimiento picaresco y sensual de los bailarines, y el lenguaje propio de los congos para que sus patrones no comprendieran lo que se decían entre ellos, llamó mucho la atención de los espectadores, que pasaron una tarde inolvidable en la provincia de Colón.
Los amantes del folclor y las vivas tradiciones negroides disfrutaron a más no poder del festival, que se realiza año tras año con un rotundo éxito.
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