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Son atraídos por un vicio mortal

Carolina Sánchez P. | DIAaDIA

Un vicio que mata. Estadísticas de la Coalición Panameña Contra el Tabaquismo revelan que en Panamá más de 2,300 personas mueren al año por problemas relacionados al consumo del tabaco. Se estima que niños de nueve años ya empiezan a fumar. No obstante, la edad que indica más consumo en la adolescencia es entre los 13 a 14 años.

Por medio de este reportaje DIAaDIA plasmó el caso de dos adolescentes, quienes son adictos al cigarrillo. Ellos conocen claramente las consecuencias, aún así se niegan a pedir ayuda.

Antonio Gómez (nombre ficticio), de 14 años, es un adolescente que desde hace tres años empezó a fumar, pues veía que su padre y sus tíos lo hacían. Y qué decir del resto de los jóvenes más grandes de la comunidad que también son presas de este vicio.

Como todo niño, Antonio quería fumar, por eso cuando alguien tiraba la colilla de cigarrillo la buscaba disimuladamente y la prendía y fumaba un poquito en un lugar apartado a la casa. "Fumo ahora desde cigarrillos hasta marihuana y mis hermanos también", dijo el menor de edad.

Los años fueron pasando y ya las colillas no eran suficiente, pues ya veía cómo compraba los cigarrillos para fumar, aunque siempre trataba de ocultar el olor de sus padres. "El chino no nos vende cigarrillo suelto, así que le pido a algunos de los pelaos mayores de edad que lo compren", expresó el fumador.

Él es el menor de un grupo de siete adolescentes, quienes fuman y ven este vicio como algo normal, a pesar de los consejos de sus familiares.

SORPRESA

La situación de Antonio Muñoz (nombre ficticio), de 17 años, es distinta, pues en su casa nadie fuma, pero desde los 14 años ya sabía fumar un cigarrillo, sacar el humo por la nariz y hasta hacer bolas de humo. Mentas y pastillas mentoladas siempre estaban en sus bolsillos, lo que era extraño para sus padres, pues a esa edad los jóvenes prefieren pastillas con sabor a frutas.

"Sé que fumar causa cáncer, pues toda mi familia me lo dice, pero no puedo hacer nada, me gusta fumar", aseguró Antonio.

Otra de las cosas inexplicables que ocurrían en la casa de este chico, es que las cajetas de fósforo se desaparecían y al buscarlas estaban en la habitación de Antonio, quien no decía una palabra. Al pasar los años, una tos seca afectaba todas las madrugadas a Antonio y los padres le compraban jarabe, pero no servían de mucho.

La situación se agravó y Antonio fue a parar a un hospital en donde le diagnosticaron que tenía una mancha en los pulmones. Fue ese mismo día cuando el padre de Antonio se enteró de que él fumaba. Ahora a pesar de que tratan de controlarle el dinero, de nada sirve, pues siempre se las ingenia y vuelve al vicio.

Para estos jóvenes escuchar que a unos de sus amigos le dio "la pálida" es motivo de risa, aunque para muchos es una palabra nueva, esto no es más que cuando una persona se excede en fumar y padece de desmayos.





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